Filósofo griego, principal representante de la escuela eleática o de Elea, de la que también formaron parte Jenófanes de Colofón, Zenón de Elea y Meliso de Samos. Fundador de la ontología, Parménides concibió lo real como uno e inmutable; desde la misma Antigüedad, su doctrina se contrapuso a la Heráclito de Éfeso, para quien lo real es perpetuo devenir. Ambos son considerados los más profundos pensadores de la filosofía presocrática.
Apenas se conocen datos fiables sobre la biografía de Parménides; inciertas son incluso las fechas de su nacimiento y muerte. Sabemos que fue hijo de familia aristocrática y que nació y vivió en Elea, antigua colonia griega situada en la península itálica de la que toma su nombre la escuela eleática, en el año 540 a.C Algunas fuentes afirman que fue discípulo de Aminias, seguidor de Pitágoras, y otros testimonios (entre ellos el de Platón y Aristóteles) lo consideran discípulo de Jenófanes de Colofón, fundador de la escuela eleática.
Parménides de Elea: filosofía griega presocrática 9/3/20
Preocupado por la política, parece ser que intervino directamente en el gobierno y que escribió, además, las leyes de la ciudad. Según una controvertida tradición, en los últimos años de su vida se trasladó con su discípulo Zenón de Elea a Atenas, donde el joven Sócrates oyó sus enseñanzas. No cabe duda de que sus doctrinas tuvieron un fuerte impacto en el ambiente ateniense; Plutarco refiere que Periclesasistía con interés a sus clases.
Parménides
Si en algo podrían estar de acuerdo todos los filósofos del pasado y del presente es en la sorprendente grandeza del pensamiento de Parménides. Por el rigor de sus argumentaciones y la profundidad de sus análisis, Platón lo definió como venerado y terrible, le dedicó un diálogo (el Parménides) y lo reconoció como padre espiritual, hasta el punto de sentir su propio desacuerdo como una especie de parricidio. Este prestigio está bien justificado: Parménides fue el primero en sostener la superioridad de la interpretación racional del mundo y en negar la veracidad de las percepciones sensibles: ver, oír o sentir no produce certezas, sino sólo creencias y opiniones.
Su doctrina, todavía objeto de múltiples debates, se ha reconstruido a partir de los fragmentos que se conservan de su única obra, un extenso poema didáctico titulado Sobre la naturaleza. El poema consta de un proemio y dos partes; en la primera de ellas se señala y recorre el camino que llega a la verdad, sirviéndose de la razón; en la segundo, el camino que conduce meramente a la opinión, empleando los sentidos, con los que sólo es posible llegar a la apariencia de las cosas. Naturalmente, es en la primera parte donde se halla lo más valioso e innovador de su filosofía.
La filosofía de Parménides
Desde su surgimiento en el siglo VI a.C. con la escuela de Mileto, el pensamiento griego había intentado establecer un principio común (arjé) a todos los seres de la naturaleza. Cabe la posibilidad de que, al querer tratar el asunto desde una perspectiva racional, Parménides prescindiese de la observación naturalista que había llevado a postular tal o cual sustancia como arjé (el agua en Tales, el aire en Anaxímenes) y se plantease más bien, por la vía del intelecto, qué es lo que tienen en común todos los seres. Y lo que tienen todos en común, innegablemente, es la cualidad de ser: los seres son, existen, hasta el punto de que los seres que no sonno pueden considerarse seres. El ruido o la luz son seres; el silencio o la oscuridad no existen, son ausencia de ruido y de luz. De esta consideración podría haber surgido su famoso principio: el ser es y el no-ser no es.
Todo lo anterior no es más que una especulación que no puede en modo alguno desprenderse del poema, porque Parménides presenta este punto de partida (el ser es y el no-ser no es) como la primera de las revelaciones que recibe de una diosa, a cuya presencia ha sido conducido por un carro volador en el alegórico viaje relatado en el proemio. En un primer acercamiento el lector puede sentirse inclinado a aceptar tal revelación o incluso a calificarla de perogrullesca; sólo a posteriori, a la vista de las consecuencias que se extraen, se capta su verdadero sentido y la naturaleza cuanto menos problemática de ese axioma, pues «el no-ser no es» significa, en Parménides, que no existen la nada, el vacío o el espacio.
Sentado este principio (el ser es y el no-ser no es), el resto de la primera parte del poema expone las consecuencias que, en rigurosa lógica, se derivan del mismo, y que no son otras que las propiedades del ser o de lo real, extraídas del análisis lógico del concepto mismo. Así, el ser o lo real es ingenerado, imperecedero y eterno: no puede proceder del no-ser, pues el no-ser no existe, ni disolverse en él por la misma razón. El ser es uno, continuo y macizo: no puede estar dividido en varios seres, pues para ello debería estar separado por algo distinto de sí mismo, lo que implicaría de nuevo el no-ser. El ser o lo real es idéntico a sí mismo en todas partes, pues únicamente el no-ser, que no existe, podría crear discontinuidades en su seno. El ser o lo real, por último, es inmóvil e inmutable: no hay nada fuera de él en que pueda moverse, ni puede cambiar y convertirse en una cosa distinta de lo que es, es decir, en no-ser. Por este desarrollo, Parménides es considerado el fundador de la ontología, rama de la filosofía que tiene como objeto el estudio del ser en cuanto ser.
Para Parménides, el hecho de que sus conclusiones parezcan contradecir la evidencia de los sentidos (por los cuales percibimos una pluralidad de seres en constante movimiento y transformación) indica únicamente que el conocimiento a través de los sentidos sólo conduce a la opinión (doxa) y a la apariencia, nunca a la verdad; sólo a través de la razón (de un razonamiento impecable como es el suyo) se llega a una verdad necesaria. Dicho en otras palabras, Parménides identifica el plano lógico con el ontológico; para él, nada en el mundo puede contradecir lo que es forzosamente verdadero desde el punto de vista del pensamiento lógico. La pluralidad y el movimiento son pura apariencia porque, al ser sometidos a un riguroso análisis lógico, manifiestan su irracionalidad y, por ende, su imposibilidad.
En su concepción de lo real, Parménides de Elea llegó a conclusiones opuestas a las de otro insigne filósofo, Heráclito de Éfeso, para quien lo real se caracteriza precisamente por hallarse inmerso en un perpetuo devenir, en un incesante proceso de cambios y transformaciones. No hay que ver en ello una voluntad polémica, pues, aunque fueron contemporáneos, no es posible establecer cuál de ellos formuló antes sus doctrinas, ni existen testimonios de que conocieran la obra del otro.
La antinomia, sin embargo, fue percibida por los filósofos posteriores, que intentaron conciliar ambas posturas. Así, tanto el eclecticismo pluralista de Empédocles y Anaxágoras como el atomismo de Leucipo y Demócritco transfirieron los atributos del ser de Parménides a una pluralidad de elementos o partículas. Solamente su discípulo Zenón de Elea se mantuvo enteramente fiel al maestro Parménides, cuya doctrina trató de probar por el camino de problematizar la posibilidad del movimiento a través de una serie de paradojas (como la de Aquiles y la tortuga) que se harían célebres.
Parménides de Elea falleció en Elea, actual Italia, en año 470 a.C
Llamado «el Rey Caballero» o «el Electo» Rey de España (1870-1873). Nacio en Turín, el 30 de mayo de 1845. Hijo de Víctor Manuel II de Italiay de María Adelaida de Austria, heredó el título de duque de Aosta. En 1867 contrajo matrimonio con María Victoria del Pozzo della Cisterna. Poco antes había participado en la guerra contra Austria, en la que resultó herido. Tras el conflicto fue ascendido a brigadier de caballería y, en 1869, a vicealmirante de la armada.
Por aquellas mismas fechas, en España, la revolución de septiembre de 1868 provocó la abdicación y el posterior exilio de Isabel II, lo que a su vez obligó al general Prim, jefe del gobierno, a buscar un monarca para el trono español. Tras numerosas gestiones entre las familias reales europeas, se decantó por Amadeo I, representante de la casa de Saboya, la cual, según el tratado de Utrecht, tenía derecho sucesorio en España en caso de faltar la dinastía borbónica. Amadeo I de Saboya, a su vez, aceptó el ofrecimiento, siempre y cuando fuera elegido por las Cortes y reconocido por todos los Estados europeos.
REYES DE ESPAÑA (Serie- Episodio 15)- AMADEO I . 39/5/20
Al llegar a España, sin embargo, cayó asesinado su máximo valedor, el general Prim, con lo cual su situación quedó en entredicho, puesto que no contaba con el apoyo ni de los republicanos ni de los carlistas. Aun así, y tras asistir al entierro de Prim el 2 de enero de 1871, en el que fue su primer acto oficial, encargó la formación de gobierno al general Francisco Serrano, quien formó una coalición entre progresistas, unionistas y demócratas, todos ellos favorables a la monarquía.
Sin embargo, pronto se alzaron las voces contrarias a Amadeo I, entre ellas la del ejército, la de la aristocracia y, sobre todo, la de la Iglesia, contraria a la vigente Constitución de 1869. Además, la creciente crisis económica y financiera provocó la caída de los sucesivos gobiernos de Amadeo I, quien a finales de 1872 insinuó su voluntad de abdicar, si bien legalmente la Constitución que él mismo había sancionado se lo impedía.
Finalmente abdicó el 11 de febrero de 1873 con la excusa de una sublevación en el seno del ejército, decisión que fue aceptada por las Cortes, las cuales proclamaron a continuación la Primera República. Amadeo I de Saboya regresó a Italia, donde recuperó el título de duque de Aosta y vivió alejado de la escena política hasta su muerte en Turín el 10 de enero de 1890
Bailarina y coreógrafa norteamericana.considerada por muchos como la creadora de la danza moderna, nació en San Francisco el 27 de mayo de 1878. Hija de un matrimonio desunido y finalmente divorciado, su instinto la inclinó hacia el baile desde niña. En su autobiografía, titulada Mi vida, escribió: "Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas..." A los diez años abandonó la escuela para dedicarse a su pasión y a los diecisiete se dirigió a Nueva York, donde se incorporó a la compañía de Agustin Daly.
Al actor y empresario no acabaron de convencerlo los experimentos e innovaciones que Isadora le proponía continuamente, deseosa de llevar a la práctica un nuevo método de interpretar plásticamente poemas por medio de la improvisación, que había concebido ya por aquel entonces. Sintiéndose infeliz, la Duncan abandonó la compañía dos años más tarde y partió con su familia hacia Inglaterra, donde se proponía estudiar los movimientos de la danza antigua en los jarrones griegos del Museo Británico. Fue una época de formación, de lecturas entusiastas y de ensayo de nuevas danzas; en busca, sobre todo, de nuevos cauces para la expresión coreográfica y de sendas alternativas para profundizar cada día más en su arte.
ISADORA DUNCAN (Año 1877) Pasajes de la historia (La rosa de los vientos) 14/9/20
Los éxitos comenzaron a llegar de forma inmediata. Con un estilo basado en la danza de la Antigua Grecia, dio una serie de recitales en Londres que despertaron el entusiasmo hacia su persona. La prensa declaraba: "En esta época actual de elaboración y artificialidad, el arte de la señorita Duncan es como un soplo de aire puro procedente de la parte más alta de una montaña poblada de pinos, refrescante como el ozono, bello y verdadero como el cielo azul, natural y genuino. Es una imagen de belleza, alegría y abandono, tal como debió ser cuando el mundo era joven y hombres y mujeres bailaban al sol movidos por la simple felicidad de existir."
Isadora Duncan
Efectivamente, Isadora Duncan afirmaba que el baile debía ser una prolongación de los movimientos naturales del cuerpo, que ella consideraba hermosos y bastante más bellos que los que efectuaban los bailarines clásicos, a los que tildaba de forzados y antinaturales; por ello, se negaba a constreñir los pies en las zapatillas de baile. Sentía una admiración estética por la belleza del cuerpo humano, influida por los cánones de las estatuas y pinturas de la Grecia clásica. Su método coreográfico era una especie de filosofía basada en el convencimiento de que el baile ponía al individuo en comunicación armónica con el ritmo intrínseco de la naturaleza y los cuerpos celestes.
Isadora Duncan, la musa de la danza libre . 27/5/20
A partir de ese momento, Isadora no dejó de viajar, reclamada por los mejores teatros de Europa. En París se imbuyó del espíritu de los escultores Auguste Rodiny Antoine Bourdelle. Más tarde descubrió Italia y el Renacimiento, y se embelesó con el leve y sutil Sandro Botticelli, cuya influencia en su arte es palmaria a partir de aquellos años. Por fin, en 1902, realizó uno de sus sueños: viajar a Grecia y peregrinar a las fuentes del arte de Occidente. Cerca de Atenas, en la colina de Kopanos, comenzó a construir un templo consagrado a la danza, pero los ingresos percibidos por sus giras se revelaron insuficientes para cubrir los gastos y la empresa hubo de abandonarse.
Con motivo de su primer viaje a San Petersburgo, en 1905, la ya entonces famosa Isadora fue invitada por la no menos célebre bailarina rusa Anna Pavlova a visitar su estudio. Allí tuvo el privilegio de contemplar a la gran diva realizando sus ejercicios. La propia Isadora lo relata en sus memorias: "Encontré a Pavlova de pie con su vestido de tul practicando en la barra, sometiéndose a la gimnasia más rigurosa, mientras que un viejo caballero con un violín marcaba el tiempo y la exhortaba a realizar mayores esfuerzos; era el legendario maestro Petipa. Me senté y durante tres horas observé tensa y perpleja los sorprendentes ejercicios de Pavlova, que parecía ser de acero elástico. Su hermoso rostro adoptó las líneas severas del mártir. No paró ni un solo instante. Todo su entrenamiento parecía estar destinado a separar por completo la mente de los movimientos gimnásticos del cuerpo. La mente debía alejarse de esa rigurosa disciplina muscular. Esto era justamente todo lo contrario de las teorías sobre las que yo había fundado mi escuela un año antes. Lo que yo pretendía es que mente y espíritu fuesen los motores del cuerpo y lo elevasen sin esfuerzo aparente hacia la luz."
No debe sorprender este completo desacuerdo con las más antiguas normas del ballet por parte de quien concebía la danza como un sacerdocio, como una forma sublime de emoción espiritual y como una liturgia en la que alma y cuerpo debían ser arrastrados por la música para transformarse en puro arte.
Para Isadora, era el amor a la naturaleza y a la vida lo que había de transmitirse a través del movimiento, siguiendo el ejemplo de las nubes, el mar o las copas de los árboles mecidas por el viento. Enemiga del ballet, al que consideraba un género falso y absurdo, manifestó que la danza debe establecer una armonía calurosa entre los seres y la vida y no ser tan sólo una diversión agradable y frívola. Danzaba descalza, con una simple túnica griega de seda transparente sobre su cuerpo desnudo, como una sacerdotisa pagana transportada por el ritmo. Hoy es considerada la iniciadora de la modern dance norteamericana y su figura es evocada con fervor en todos los escenarios del mundo.
Durante esos años, las más importantes ciudades europeas pudieron extasiarse ante la nueva estrella, a la que llamaron "la ninfa". En todos lados tuvo amigos pintores, poetas e intelectuales y estuvo rodeada de admiradores que deseaban conocerla. Apasionada, bellísima y maravillosa, ejercía un poder de seducción irresistible entre cuantos la rodeaban. Se comenzó a asociar muchos nombres masculinos con el de Isadora, y pronto nacería la leyenda de un maleficio que parecía emanar de su persona y abatirse sobre todos los seres a los que entregaba su amor, un maleficio que acabaría de forma terrible con su propia vida.
La primera "víctima" fue el polaco Iván Miroski, consumido por unas fiebres malignas poco después de separarse de Isadora. Luego, extraños percances y desapariciones salpicaron sus relaciones con sus amantes, fuesen ocasionales o duraderos. En 1913, la oscura influencia se cebó en sus propios hijos, Deirdre y Patrick, cuando Isadora estaba triunfando en París.
Un día, agobiada por los ensayos, confió los niños a la institutriz para que los llevara en automóvil a Versalles. Ella misma relata que quizás tuvo un presagio del drama: "Al dejarlos en el coche, mi Deirdre colocó los labios contra los cristales de la ventanilla; yo me incliné y besé el vidrio en el sitio mismo donde ella tenía puesta la boca. Entonces, el frío del cristal me produjo una rara impresión e hizo que me recorriese un estremecimiento". Minutos después, el auto bordeaba el Sena y, al girar para cruzar uno de sus puentes, los frenos no respondieron a la voluntad del chófer.
El coche se precipitó en las oscuras aguas y los dos niños perecieron ahogados. Isadora declaró: "Si esta desgracia hubiera ocurrido antes, yo hubiese podido vencerla; si más tarde, no habría sido tan terrible, pero en aquel momento, en plena madurez de mi vida, me aniquiló". En efecto, la bailarina anuló todos sus compromisos y decidió interrumpir su carrera, dedicándose por entero a la enseñanza y tratando de olvidar su desgracia sumergiéndose en un trabajo agotador.
Varias veces pensó en quitarse la vida, pero siempre la disuadió la idea de que otros niños, empezando por los alumnos de la escuela que había creado en 1904, estaban necesitados de ella. Comenzó a participar en campañas benéficas y trató de llevar sus enseñanzas a diferentes países, lo que la condujo hasta Moscú en 1921, después de que el gobierno soviético mostrase su interés por recibirla.
Con el inicio de nuevas peregrinaciones volvieron los romances. En la Unión Soviética conoció a Serguei Esenin, poeta y cantor oficial de la Revolución de 1917, y se entusiasmó con el ambiente pletórico de ilusiones que se respiraba en el país y que Serguei encarnaba a la perfección. Esenin se enamoró locamente de Isadora y consiguió que ésta renunciara a su propósito, repetidamente afirmado, de no contraer matrimonio.
Pero su unión resultó catastrófica. Después de viajar por Europa y Estados Unidos, Serguei se hundió en una profunda apatía originada por una fase de infecundidad creativa que achacaba al hecho de vivir lejos de su patria. Lo cierto es que cuando el matrimonio regresó a Moscú, el poeta continuó en el mismo estado y se sumergió de forma imparable en la misantropía y el alcoholismo.
Medio loco, su comportamiento empezó a ser escandaloso hasta para la propia Isadora. Esenin acostumbraba a desaparecer dejando tras de sí un rastro de botellas vacías y muebles rotos. La paciencia de "la ninfa" llegó al límite. A finales de 1924, Isadora, ya divorciada, abandonó la Unión Soviética. Un año más tarde supo, por la noticia publicada en los periódicos, que su ex marido se había quitado la vida.
La aventura rusa de la Duncan no sólo terminó en fracaso desde el punto de vista sentimental. Si bien al principio se había compenetrado a la perfección con sus interlocutores, entusiasmados con la idea de poner en marcha su Escuela de Danza Futura, más tarde esta iniciativa no fue bien acogida por ciertos dirigentes soviéticos que ya empezaban a mostrar los síntomas del anquilosamiento burocrático que luego sería proverbial en el sistema comunista.
De regreso a Europa, tampoco los empresarios capitalistas parecieron entusiasmarse con sus proyectos. Además, sus opiniones ateas, su actitud favorable hacia la Revolución Rusa y su evidente aceptación del amor libre no eran cualidades que la opinión pública occidental, a la defensiva después de la eclosión comunista, valorase positivamente.
Isadora decidió volver a los escenarios y ofreció una serie de recitales que resultaron un fracaso; el público fidelísimo que hasta la muerte de sus hijos la había llevado en volandas comenzó a fallarle; las salas la recibieron semivacías, silenciosas y heladas. Isadora se refugió en Niza, donde terminó su autobiografía y preparó El arte de la danza, libro en el que pretendía ofrecer una síntesis de sus enseñanzas.
Se encontraba absorbida por esta tarea cuando, el miércoles 14 de septiembre de 1927, decidió tomarse un respiro y dar un paseo en su Bugatti. El dramático accidente tuvo lugar cuando el automóvil recorría veloz la Promenade des Anglais: su largo chal rojo, el mismo que había agitado ante la multitud que la esperaba a su regreso de la Unión Soviética, se enredó en los radios de una de las ruedas posteriores del automóvil; Isadora no pudo liberarse del abrazo homicida y murió estrangulada. Ni siquiera ella hubiera podido imaginar un final más acorde con su existencia extravagante y romántica.
Poeta colombiano. En la historiografía literaria suele reconocérsele como el gran iniciador del modernismo hispanoamericano, tendencia literaria que alcanzaría su culminación en la obra del nicaragüense Rubén Darío.
Dotado de una gran sensibilidad humana y artística y de una notable inteligencia, tuvo una formación literaria precoz, resultado de un ambiente familiar cultivado y creativo: José Asunción Silva nació en Bogotá el 27 de noviembre de 1865, era hijo del escritor costumbrista y acomodado comerciante Ricardo Silva, un hombre elegante, de refinado gusto y descendiente de aristocráticos granadinos emparentados con el general Francisco de Paula Santander. Doña Vicenta Gómez, hermosa dama bogotana y madre del poeta, era hija del diputado Vicente Antonio Gómez Restrepo, quien desempeñó importantes labores en los primeros años de la República de la Nueva Granada y falleció tempranamente.
Vida y Obra de José Asunción Silva
De los hijos del matrimonio Silva-Gómez sólo llegaron a edad adulta José Asunción, Elvira y Julia, falleciendo en la infancia Alfonso, Inés y Guillermo. Esta temprana relación con la muerte marcaría al poeta. Ya a los dos años de edad, José Asunción tenía fama de prodigio en Bogotá. Parece ser que a esa edad ya sabía leer, escribir e incluso pintar.
Algo que sin duda marcó su infancia y juventud fueron las tertulias literarias que su padre organizaba, bien en la casona del barrio de La Catedral, bien en el almacén dedicado a la venta de objetos suntuosos. A estas tertulias asistían no sólo miembros del grupo El Mosaico (escritores costumbristas como José Manuel Marroquín, José María Vergara y Vergara, Salvador Camacho Roldán, Ricardo Carrasquilla y José David Guarín, entre otros), sino también las amistades que don Ricardo Silva cultivaba dentro de la política. Radical sin fanatismo, fue amigo de José María Samper, Rufino José Cuervo y su hermano Ángel, Jorge Isaacs, Francisco Javier Zaldúa y Teodoro Valenzuela.
JOSÉ ASUNCIÓN SILVA - SUSPIRO 23/5/20
En enero de 1869 José Asunción ingresó al Liceo de la Infancia, dirigido por don Ricardo Carrasquilla. Como el niño de tres años recién cumplidos ya sabía leer y escribir, no entró al primer curso sino a dos más avanzados, al lado de compañeros que le aventajaban en edad como José María Rivas Groot, Andrés de Santamaría y Juan Evangelista Manrique. En este colegio uno de sus institutores, Nicolás Esguerra, lo apodaría con el mote de "José Presunción". El 2 de marzo de 1870 nació Elvira Inés Silva Gómez, quien llegaría a ser la más cercana confidente de su hermano. Aunque los biógrafos insisten en describir a José Asunción como un niño triste, tímido e introvertido, sus poesías dedicadas a su infancia recuerdan con nostalgia y dulzura este periodo.
TRISTE - José Asunción Silva 27/11/20
En febrero de 1871 José Asunción Silva ingresó en el Colegio de San José, regentado por Luis María Cuervo, hermano mayor de Ángel y Rufino José. Conoció por entonces a Alirio Díaz Guerra, a quien lo uniría una fuerte amistad. Rafael Pombo, amigo de su padre, le hizo llegar un ejemplar de "El cuervo", de Edgar Allan Poe.
"Crisalidas" Jose A Silva 24/5/21
Fue la relación con Rafael Pombo y con Jorge Isaacs una de las más duraderas y fecundas, tanto para José Asunción como para Elvira Silva. A los diez años, con motivo de su primera comunión, escribió un poema sobre el tema. En 1877 Silva y otros niños ingresaron al Liceo de la Infancia, esta vez regentado por el presbítero Tomás Escobar, pariente de doña Vicenta Gómez; tres años más tarde, concluidos sus estudios, abandonó el colegio, que terminó clausurado por un ruidoso proceso en el que tomó parte activa el ya entonces virulento escritor José María Vargas Vila.
La vida apacible de esos años dio un vuelco para los Silva: la situación económica de la familia, aunque aún holgada, fue golpeada primero por las drásticas medidas del gobierno radical y, después, por la pérdida de buena parte de la herencia de don Ricardo Silva, debida a los pleitos con sus primos Suárez Fortoul. Terminado el bachillerato, el futuro poeta hubo de atender el almacén familiar. Cuenta Enrique Santos Molano, autor de la biografía más completa que se ha escrito sobre el poeta: "José Asunción Silva armó detrás del mostrador un laboratorio imponderable de observación social y psicológica. Examinaba con penetración rigurosa las personas que entraban de compras, de mirones o de visitantes a Ricardo Silva; espiaba sus gestos, estudiaba sus gustos, procesaba sus opiniones, acechaba sus peculiaridades, sus virtudes, sus defectos, y los anotaba en su memoria de ordenador y en un cuaderno. Detrás del mostrador acrecentó sus conocimientos, devoró cantidades de libros y procuró mantenerse informado de los movimientos literarios, artísticos y políticos de Europa".
A los dieciséis años parece ser que tuvo su primer amor; al menos así se intuye en dos de sus poemas, pues, como es bien sabido, en este campo mostró siempre el más caballeroso y férreo mutismo. La vida amorosa del poeta es un misterio, siempre acompañado de los más disparatados rumores que van desde una hija secreta, la morbosa garçonière de la calle 19, hasta su afeminamiento (lo llamaron el "Casto José"), pasando por la infamante historia del amor incestuoso con su hermana Elvira.
Silva en una imagen de 1894
En 1881 don Ricardo Silva, que ya empezaba a sentir los acosos de la tiflitis que lo llevaría a la tumba, compró la finca Chantilly en Chapinero, donde tantos momentos de alegría y tristeza viviría el poeta; en esa época Silva intentó reunir de nuevo al Mosaico. Bajo el título de Intimidades se conoce el grupo de poemas escritos entre agosto de 1880 y mayo de 1884 y que, regalados por el bardo a Paquita Martín, se conservan en la Biblioteca Nacional en copia manuscrita hecha por ella. Alguna influencia de Gustavo Adolfo Bécquer se alcanza a percibir en estos tempranos versos, que se alternan con traducciones de Victor Hugo o de Pierre-Jean de Béranger.
En noviembre de 1883 don Ricardo Silva imprimió su libro Artículos de costumbresy regaló el manuscrito, con bella dedicatoria, a su hijo José Asunción; un mes más tarde se protocolizó su emancipación económica y se comenzó a planear el viaje a París, donde residía desde hacía muchos años el tío abuelo del poeta, don Antonio María Silva Fortoul. Primero viajó el padre, en abril de 1884, y, tras su regreso, salió rumbo a Europa José Asunción, el 23 de octubre, llegando a París en los primeros días de diciembre.
José Asunción Silva permaneció un año en el viejo continente, donde asistió a cursos del afamado neurólogo Jean-Martin Charcot, que tanto le servirían para la descripción de personajes y comportamientos. En París (adonde llegó cuando su tío abuelo ya había muerto) se encontró con los hermanos Cuervo, con quienes entabló tertulias literarias. En 1885 conoció a Stéphane Mallarmé; el encuentro con este poeta cuarentón y aún desconocido fue en el apartamento de Mallarmé, en la calle de Roma. Hacia agosto viajó a Londres, donde admiró la pintura de los prerrafaelitas y copió como ejercicio el cuadro de Waller El duelo. Tras un rápido viaje por Holanda, Bélgica, Italia y Suiza, regresó a París, y en diciembre de 1885 se encontraba de nuevo en Bogotá.
Recién llegado, se enteró del cuantioso robo al Almacén Ricardo Silva. La familia se había mudado a Chantilly. Por entonces formó parte del grupo de poetas de La Lira Nueva, presentado por José María Rivas Groot. En la célebre antología (introducción para unos, antesala del modernismo para otros), Silva figura entre los 35 reseñados, junto a autores como Candelario Obeso, Fidel Cano, Ismael Enrique Arciniegas y Julio Flórez. De José Asunción Silva se publicó en esta edición el mayor número de poemas, lo que sirve en parte para demostrar la importancia que se le dio ya en vida, desmintiendo el tendencioso invento de su supuesto anonimato.
Casi simultáneamente se publicó El Parnaso colombiano, gran antología en la cual la muestra de Silva, aunque menor en número, no es menos significativa: "Las crisálidas" y "Las golondrinas" fueron los poemas publicados y supusieron su verdadero lanzamiento literario. Por esa época, en casa de Antonio José ÑitoRestrepo, vecino de Chantilly en Chapinero, se conocieron José Asunción Silva y Baldomero Sanín Cano, un antioqueño cuatro años mayor que él con quien mantendría una larguísima y fecunda amistad, una intimidad intelectual.
La guerra de 1885 y el grave deterioro de la moneda hicieron cancelar a don Ricardo Silva su segundo viaje a Europa y regresó, por Barranquilla, el 27 de agosto. A pesar de la herencia dejada por su tío y de la reputación que tenía el almacén, los negocios de la familia Silva continuaron su inexorable descenso. Invitado por Alberto Urdaneta, José Asunción Silva participó en la Primera Exposición Nacional de la Escuela de Bellas Artes de Colombia, que tuvo como sede el Colegio de San Bartolomé, con el cuadro Un duelo, en la galería de autores contemporáneos, con el número 875. Por ese entonces Elvira Silva era ya una de las mujeres más bonitas y solicitadas de Bogotá. Prueba de ello son las frecuentes reseñas que la prensa hizo de su participación en diferentes bailes y festejos. Memorable fue el baile que Leo S. Kopp ofreció y en el que destacaron Elvira, acompañada del conde italiano Gloria, y José Asunción Silva con la bella Isabel Argáez.
Don Ricardo Silva falleció la noche del 1 de junio de 1887, en la casa 93 de la calle 12. Pero no fue solamente la triste pérdida lo que ensombreció y transformó totalmente el ambiente familiar; al asumir José Asunción la dirección de los negocios paternos, descubrió que hasta entonces su familia había vivido en una falsa bonanza, basada en créditos respaldados únicamente en la confianza que los acreedores tenían en don Ricardo y que tal vez no era ''heredable''.
Pero el poeta no se amilanó: decidió renovar el negocio y diversificarlo, invirtiendo en tierras cafeteras, abriendo una sucursal de Ricardo Silva e Hijo llamada Almacén de Cuelgas y revolucionando la publicidad con poemas-anuncio o bien con enormes letreros nunca vistos en los diarios capitalinos. Leyó en este año de 1888 tres libros claves: El crepúsculo de los dioses, de Friedrich Nietzsche; La dama gris, de Hermann Sudermann, y Le bon heure, de Sully Prudhomme, y empezó los borradores de una serie de novelas que pensaba reunir bajo el título común de Cuentos negros, que aparecieron en periódicos de la época. Entre 1889 y 1891, Silva escribió buena parte de su más conocida poesía, como el Nocturno II, y también, en prosa, La protesta de la Musa.
1891 fue uno de los años más terribles en la vida del poeta: el 6 de enero de 1891 su hermana Elvira cayó enferma de neumonía, según el diagnóstico del doctor Josué Gómez, y falleció cinco días más tarde. La partida de defunción fue firmada por el cura de la catedral, Rafael María Carrasquilla. Entre los poemas que se dijeron en honor de Elvira Silva después del sepelio, sobresalió el escrito por Jorge Isaacs, amigo muy cercano de la familia. La muerte de su hermana fue, tal vez, el golpe más fuerte sufrido por José Asunción hasta entonces. Cubrió el cadáver de su adorada hermana y confidente con lirios y rosas y lo ungió con perfumes.
Por varios días, José Asunción Silva no pudo levantarse de la cama, y cuando por fin volvió a sus negocios, llegaron a cobrarle el entierro y no tenía en caja ni los seiscientos pesos de la deuda. La situación fue tal que hasta miembros de su familia llegaron a humillarlo; doña Vicenta achacaba la ruina al afán de Silva por los versos. Se acumularon hasta 52 ejecuciones judiciales en su contra. Todos los bienes, sin exceptuar las joyas de su madre ni los muebles de su casa, acabarían en manos de los acreedores.
No obstante, el poeta no escatimó esfuerzos para revivir la antigua prosperidad: escribió cartas de hasta 103 páginas a los acreedores; cambió mercancía por las deudas contraídas e incluso escribió un cuento para promocionar los pianos Apollo con sordina que él vendía. En 1893 se vio obligado a mudarse del elegante barrio de La Catedral al más modesto de Las Aguas. En compañía de Baldomero Sanín Cano se dedicó al periodismo a tiempo completo, escribiendo para El Telegrama, entre otras, la columna ''Casos y Cosas''".
El entonces vicepresidente de la República Miguel Antonio Caro, influido tal vez por doña Vicenta y su antigua amistad con don Ricardo Silva, nombró secretario de la legación colombiana en Caracas a José Asunción Silva, acto ratificado con la firma del ministro de Relaciones Exteriores Marco Fidel Suárez, el 5 de mayo de 1894. En agosto Silva, ya famoso en todo el país, fue recibido de manera apoteósica en Cartagena; en una mañana llegó a tener hasta quince visitas; la gente recitaba de memoria sus poemas y el presidente Rafael Núñez y doña Soledad Román lo acogieron en su casa del Cabrero, de visita. Llegó a Caracas el día 11 de septiembre. Allí no fue menor la acogida que tuvo, no por su cargo diplomático, sino por ser figura destacada de la intelectualidad latinoamericana.
En la capital venezolana, aparte de los abrumadores deberes diplomáticos, debido a la inoperante actitud del embajador, el general José del Carmen Villa, José Asunción Silva se dedicó a intercambiar ideas con intelectuales venezolanos, a pulir sus Cuentos negros y a escribir una nueva novela titulada Amor. Inexplicablemente, en diciembre de 1894 solicitó una licencia para "ir a pasar un mes a Bogotá". Embarcó en el vapor francés Amérique el 21 de enero del año siguiente y, una semana más tarde, el barco encalló frente a Bocas de Ceniza; tras varias horas de zozobra los viajeros fueron rescatados, mas no el equipaje, perdiéndose con ello la mayor parte de la obra literaria del poeta.
De nuevo en Bogotá, la "maldita pobreza" lo seguía acorralando; pero no por ello Silva desmayó en su intento por progresar y volvió a volcar sus energías de una manera feliz en dos actividades: la reconstrucción de su obra literaria, principalmente de la novela De sobremesa, y la construcción y montaje de una fábrica de baldosines, cuya formulación química había patentado. Consiguió máquinas y oficinas, buscó socios y suscriptores para conseguir el capital necesario, pero el dinero nunca apareció.
En la noche del 23 de mayo de 1896, tras una velada íntima organizada por doña Vicenta, José Asunción Silva se retiró a su habitación, y a la mañana siguiente fue hallado muerto sobre su cama. El poeta se había suicidado de un tiro en el corazón; se cuenta que había preguntado a un médico la localización exacta de dicho órgano. Fue enterrado en Bogotá, en el cementerio destinado a los suicidas.
Obras de José Asunción Silva
A pesar de ser considerado como uno de los grandes de la literatura, la obra de José Asunción Silva no es muy extensa. Se ha querido encuadrar al gran poeta colombiano en el romanticismo y en el modernismo, pero en realidad nos encontramos ante un poeta excepcional con características singulares. Más que romántico, es un posromántico poderosamente influido por Bécquer y Edgar Allan Poe; se resiste a incorporarse a la corriente modernista que acaudilla Rubén Darío, pero es por sus calidades un precursor y hasta un iniciador del modernismo.
Nocturno III - jose asuncion silva 27/11/19
Una primera etapa de su producción está marcada por el romanticismo; así lo demuestra su libro Intimidades, que recogió poemas escritos entre los catorce y los dieciocho años de edad. La obra incluye 59 composiciones (por lo menos dos de ellas en forma fragmentaria), de entre las cuales más de 33 permanecían inéditas. Este libro constituye, tal vez, la fuente más rica de la obra escrita en verso por el poeta colombiano (los poemas sólo fueron publicados en su totalidad en 1977).
En esos primeros escritos, Silva afianza su voluntad de poeta. Desde el primer poema, Las ondinas, se anuncia el tono general, una obra de gótico romanticismo, de textos lúgubres llenos de misterio; el mundo del poeta es el mundo de los muertos, de la luna, de las "húmedas neblinas...", como cita Eduardo Camacho Guizado.
Dice Silva en su prólogo de 1882 al poema Bienaventurados los que lloran de Federico Rivas Frade (1858-1922) que Bécquer y sus imitadores "encierran en poesías cortas, llenas de sugestiones profundas, un infinito de pensamientos dolorosos". Juan Gustavo Cobo Borda afirma que este prólogo debe leerse a su vez como autobiografía y poética de Silva, que "entiende la poesía como una actividad cercana a lo religioso, como plegaria o rezo, susurro o confidencia". Por lo menos cuatro composiciones de Intimidades son versiones de textos de Víctor Hugo. Silva quiere evadir la realidad santafereña y se refugia en su soledad para ir en busca del más allá, de los "paraísos imaginarios" que le sugiriera Baudelaire.
José Asunción Silva (retrato de Luis Núñez Borda)
Sin embargo, es El libro de versos la obra considerada de mayor relevancia en la producción literaria del poeta. Un primer gran tema de esta compilación poética lo constituye la infancia, que frente al presente negativo y doloroso parece ser la época más feliz de la vida; pero también existen otras preocupaciones: el poeta y su pasado histórico. La evocación de su infancia personal se hace reflexión épica sobre el pasado histórico latinoamericano, sobre su futuro y su presente. Al pie de la estatua es un poema dedicado al Libertador Simón Bolívar, en el cual el prócer se dirige al poeta. Éste es el único poema que Silva escribe sobre América y que muestra su naciente preocupación histórica y política.
En "Infancia", Silva plasma sus vivencias de niño; aparecen los personajes de los cuentos infantiles: Caperucita, Barba Azul, Gulliver o el ratón Pérez. El vate colombiano describe aquí sus años de escuela, sus juegos, las historias de la abuela, los paseos al campo... Miguel de Unamuno sugirió que el poeta busca la muerte sólo por la imposibilidad de seguir siendo niño: "El mundo le rompió con el sueño la vida".
Una segunda preocupación de Silva la constituye el amor, como se aprecia en el Nocturno II ("Poeta, di paso...") y en el Nocturno. La pretendida ambigüedad de sus sensaciones íntimas, especialmente en relación con su hermana Elvira, expresadas a raíz de la muerte de ésta en el famoso Nocturno III, ha sido apasionadamente comentada por la crítica; a pesar de todo, y a pesar también de la caprichosa elaboración de los versos, el prodigioso conjunto de este Nocturno IIIde ritmo tetrasilábico es un monumento lírico indiscutible. En una tercera instancia de este Libro de versos, Silva quiere abarcar distintos temas; aquí se recuerdan sus composiciones Un poema y Vejeces. En la última sección, Silva nos revela todo su desengaño del mundo y su pesimismo, como lo anunciara el título de su poema Ceniza o Día de difuntos.
Otro libro unitario en la obra de Silva lo constituye Gotas Amargas. En esta obra las intenciones poéticas de Silva son diferentes y de claro contenido satírico. Existen otros poemas de Silva de tono satírico no incluidos en estas trece Gotas, como por ejemplo Psicopatía de El libro de versos. Al parecer, Silva dio poca importancia a estos poemas, que no consideraba dignos de su talento.
La sátira abarca temas tales como la literatura de la época, a la que Silva califica de sensiblerías "semi-románticas". También son tema de mofa la afectación intelectual, los poetas "grandiosos y sibilinos", los lectores que confunden la literatura con la vida, las creencias religiosas de su sociedad y de su tiempo, así como sus convenciones sociales, morales y sexuales. Los poemas dispersos, recogidos bajo el título de Versos varios, son traducciones y versiones de poemas europeos (franceses en su gran mayoría), así como poemas juveniles y unos pocos posteriores a El libro de versos.
La narrativa: De sobremesa
De sobremesa se considera la obra precursora de la novela modernista. El texto nace de una sugerencia que le hace su amigo Emilio Cuervo Márquez, quien insta a Silva a escribir una novela sobre Bogotá; el poeta responde que escribirá la novela cuando Bogotá cuente con más de medio millón de habitantes, es decir, cuando los bogotanos hayan superado su estrecha mentalidad provinciana. Sin embargo, Silva se decide, y De sobremesa pasa de ser una novela sobre Bogotá a la novela de un bogotano que reside en París.
En la novela el protagonista, José Fernández, reúne a un grupo de intelectuales en su casa para leer y comentar, después de la cena, su diario de viaje luego de su retorno de Europa. La figura de José Fernández constituiría el modelo del héroe modernista: mezcla de sibarita y poeta decadente. El personaje no encuentra límite a sus ansias y ambiciones, no excluye la vivencia de ninguna sensación o experiencia y hace del erotismo su estética. Silva, a través del personaje, hace una descripción de lo que él denominara sus cuatro almas: el artista, que se refugia en el pasado clásico encontrando vulgar lo contingente; el filósofo escéptico y nada pragmático; el gozador, que hastiado de los placeres vulgares, va en busca de placeres más profundos y refinados; y, finalmente, el analista, que discrimina sus sensaciones para vivenciarlas con mayor intensidad.
José Fernández aparece como el sosías de Silva. Las similitudes entre autor y creación resultan sorprendentes: el poeta y el personaje (también poeta) pasan una temporada en Europa; los dos son igualmente nihilistas; como José Fernández, Silva vive obsesionado por la imagen de una mujer (María Bashkirtseff o Elvira Silva); y los dos poetas comparten las mismas opiniones sobre su oficio: "yo no quiero decir sino sugerir, y para que la sugestión se produzca es preciso que el lector sea un artista", afirma el personaje de la novela.
La frágil Helena, por su parte, es la imagen de la mujer ideal, que para Edgar Allan Poe debía ser "joven, hermosa y muerta"; pero encontramos también en De sobremesa la idea de la mujer fatal, mejor representada por lo que Fernández llama "las siete horizontales". Éstas son: Marie Lagendre, la más sensual de sus amantes; Nelly, una muchacha adinerada de Chicago; la colombiana Consuelo; Olga, una baronesa alemana; Julia Musellaro, la hembra mediterránea; Nini Rousset, sexo puro; y, finalmente, Constanza Landsier. Por otro lado, Fernández, como el pirata Barba Azul, asesina a las siete mujeres olvidándolas, cuando después del coito éstas le provocan un asco incontenible.