Filósofo alemán cuyas posturas profundizan en el egoísmo o solipsismo moral. Sus reflexiones filosófico-políticas sobre el individuo soberano sirven de base para al menos una parte importante del anarquismo. Estudió filosofía y teología con Hegel y Schleiermacher en Berlín (1826-1828). Influido por Feuerbach, Bauer y, en general, por la llamada izquierda hegeliana, se le ha considerado a la vez como uno de los fundadores del anarquismo radical, y como un primer exponente del existencialismo. Stirner rechazaba toda integración política y social del individuo, pues consideraba que entidades como el Estado, la sociedad o las clases eran meras abstracciones sin contenido real. En cambio, defendía el egoísmo radical del yo empírico y finito, desligado de cualquier codificación moral, como verdadera realización del individuo. Entre sus obras hay que destacar El Único y su propiedad (1845) e Historia de la reacción (1852).
Max Stirner nacio en Bayreuth actual Alemania el 25 de octubre de 1806 En 1826 inició los estudios universitarios en Berlín, y siguió los cursos de filosofía y teología; por aquel entonces pudo asistir a las lecciones de Hegel. En 1828 interrumpió su actividad de estudiante, que reanudó de 1832 a 1834 en Erlangen y Königsberg. En 1835 obtuvo la habilitación para la enseñanza. Establecido en Berlín, vivió modestamente, y fue profesor de una escuela femenina. En 1840 empezó a frecuentar el "círculo de los libres", que reunía a los intelectuales de ideas más avanzadas.
Max Stirner- egoísmo ético, nihilismo y anarquismo individualista
En su obra principal, El Único y su propiedad (1845), discute duramente con Hegely los representantes de la izquierda hegeliana, a cuyas concepciones universalistas opone la exaltada afirmación del individuo, el "derecho del más fuerte". Para Max Stirner la humanidad supone una abstracción, un concepto vacío; según él, lo único concreto es el individuo, que permanece tal en tanto no se propone fines universales, antes bien, se considera él mismo como "única" finalidad posible ("yo no tiendo a nada").
El punto de partida de la obra es la negación de Dios. Dios es un ente ficticio creado por el hombre, especialmente por el hombre que inventó la religión. En el momento que surge la religión y su secuela -Dios-, el hombre reniega ya de su libertad para someterse al paradójico dominio de aquel ente de su propia creación. No importa que Dios sea sustituido por el Estado o la familia, pues el problema es el mismo: la divinización. El hombre sólo puede ser libre cuando rompe con la religión y con la política, es decir, con el fetichismo.
El centro de toda la reflexión de Max Stirner es el hombre, pero no entendido como entidad abstracta. Tampoco le interesa el hombre colectivo, es decir, la humanidad. Tan sólo le importa el hombre concreto, él mismo, el yo, o sea, el único. Para ello se practicará un egoísmo sin límites, repudiando la moral engañosa del espíritu de sacrificio, trampa colocada por los sistemas religiosos y humanitaristas. Stirner rechaza los movimientos sociales (también a los que cabría calificar de humanitarios y altruistas, incluido el socialismo), siempre en nombre del principio inviolable de la libertad personal. Las teorías sociales, desde el más absoluto conservadurismo hasta el socialismo mejor organizado, pasando por el liberalismo, no son más que nuevos fantasmas que alienan al hombre particular. Tienen un factor común: la asfixia de la única propiedad que tiene el hombre, que es él mismo.
Esta posición presenta varios vínculos históricos, por cuanto parte de una crítica al criterio de humanidad de Feuerbach, refunde algunos motivos individualistas de Proudhon y se halla influida en ciertos aspectos por la filosofía de Nietzsche; sin embargo, permanece esencialmente aislada en su originalidad, que es también su limitación interna.
El libro en cuestión obtuvo cierta popularidad, y facilitó principios teóricos al anarquismo de la segunda mitad del siglo pasado; no obstante, en el momento de su aparición provocó una oleada de menosprecio y reprobación en los ambientes de la cultura oficial que aisló todavía más al autor. Éste se ganó entonces el sustento mediante las traducciones; entre otras obras, tradujo La riqueza de las naciones, de Adam Smith. No participó en la agitación de 1848, pero tras las represiones de 1852 escribió una Historia de la reacción (1852). Otros textos suyos de carácter circunstancial y polémico (Obras menores) fueron publicados luego de su muerte por J. H. Mackay.
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