Pensador francés, fundador del positivismo y de la sociología. Con la publicación de su Curso de filosofía positiva (1830-1842), Augusto Comte apadrinó un nuevo movimiento cultural del que sería considerado iniciador y máximo representante: el positivismo. Tal corriente dominaría buena parte del siglo XIX, en polémica y algunas veces en compromiso con la tendencia filosófica antagonista, el idealismo.
Como todos los grandes movimientos espirituales,
el positivismo no se deja fácilmente encasillar en las etiquetas de una
definición estricta y precisa. En sentido muy lato, puede decirse que
es una revalorización del espíritu naturalista y científico contra las
tendencias declarada y abiertamente metafísicas y religiosas del
idealismo.
Biografía
Nacio en Montpellier el 19 de enero de 1798. Rompiendo con la tradición católica y monárquica
de su familia, Augusto Comte se orientó durante la época de la
Restauración hacia el agnosticismo y las ideas revolucionarias. Después
de una primera juventud cerrada y rebelde, ingresó en 1814 en la Escuela
Politécnica de París, donde, en contacto con las ciencias exactas y la
ingeniería, se sintió atraído fuertemente, junto con muchos compañeros
de escuela, hacia aquella especie de "revolución de los técnicos" que
iba predicando el Conde de Saint-Simon.
Augusto Comte |
Disuelta la Escuela Politécnica por el gobierno
reaccionario de 1816, Comte, contra la opinión de sus padres, permaneció
en París para completar sus estudios de forma autodidacta, ganándose el
sustento con clases particulares de matemáticas, que durante casi todo
el resto de su vida fueron su fuente principal de ingresos. Desde 1817
se vinculó a Saint-Simon, para el cual trabajó de secretario hasta su ruptura en 1824. Ese año un trabajo de Comte (Plan de los trabajos científicos necesarios para reorganizar la sociedad) fue reprobado por su maestro.
Comte; Positivismo y Sociologia 5/9/21
El motivo de la discordia era mucho más
profundo: Saint-Simon y Comte habían compartido durante largo tiempo el
concepto de una reorganización de la sociedad humana a través de la
dirección de las ciencias positivas, y formaron conjuntamente el plan de
renovar por completo la cultura para elevarla al nivel de tales
ciencias; pero Saint-Simon quería pasar de los planes científicos a la
organización práctica de aquel "sacerdocio" que habría de dirigir la
nueva sociedad, en tanto que Comte no consideraba todavía completos los
desarrollos teóricos.
El Positivismo de Augusto Comte parte 1 . 5/9/19
La publicación por su cuenta de aquella obra le
granjeó la amistad y aprecio de numerosos historiadores, políticos y
científicos (François Guizot, Alexander von Humboldt, el duque Albert de Broglie), sintiéndose Comte estimulado para emprender su gran obra, aquella enciclopedia de las ciencias positivas que sería luego el Curso de filosofía positiva (1830-1842).
Mientras tanto, sin la aprobación de sus padres, se había unido en
matrimonio civil con una joven y cultísima dama de París, mujer de
eminentes cualidades intelectuales, enérgica y devota de su marido, pero
quizá no tan tierna y sumisa como él hubiera deseado. Precisamente por
aquel tiempo (1826-1827) sufrió Comte su primer acceso de locura; los
padres hubiesen querido recluirlo, pero su esposa supo retenerlo junto a
sí con gran energía y curarlo.
Ya repuesto, Comte concentró sus energías en el Curso de filosofía positiva
(1830-1842). Habiendo apreciado, bajo la influencia de Saint-Simon, la
urgencia del problema social, Comte consagró su esfuerzo a concebir un
modo de resolverlo, cerrando la crisis abierta por la Revolución Francesa
y sus consecuencias. Halló la respuesta en la ciencia, hacia la que
estableció un verdadero culto: el conocimiento objetivo que proporciona
la ciencia debía aplicarse a la ordenación de los asuntos políticos,
económicos y sociales, superando las ideologías apoyadas en la
imaginación, los intereses o los sentimientos.
Augusto Comte (detalle de un retrato de Louis Jules Etex) |
Contra la libertad de pensamiento, origen de la
anarquía moral que atribuía a la Revolución, no oponía el dogma
religioso o los principios de la tradición, sino la «ciencia positiva»
que, al atenerse a los hechos tal como son, proporcionaba según Comte el
único punto de apoyo sobre el que se podría edificar un futuro de
«orden y progreso». Contrario al individualismo y a la democracia,
confiaba en un mundo regido por el saber, en el que productores y
banqueros ejercerían una especie de dictadura.
Tales ideas, fundamento
del pensamiento positivista, tendrían un gran éxito en los países
occidentales desde mediados del siglo XIX, proporcionando un credo laico
para el mundo del capitalismo liberal y de la industria triunfante.
Sin embargo, Comte vivió una vida desgraciada:
el exceso de trabajo agravó sus trastornos psicológicos, y acabaría
provocando un intento de suicidio y el abandono de su mujer. Su rebeldía
y su intransigencia, por otra parte, le impidieron insertarse en el
mundo académico. Al tiempo que redactaba el Curso de filosofía positiva,
Augusto Comte fundó con antiguos compañeros de la Escuela Politécnica
la Asociación Politécnica, destinada a la difusión de las ideas
positivistas, y, a pesar de la enorme fama conseguida, no logró nunca
una sólida posición oficial; llegó a enseñar en la Escuela Politécnica
desde 1832, pero no pudo obtener cátedra en ella, y fue expulsado en
1844.
Esta vida agitada, la constante concentración
mental, el empeoramiento de las relaciones con su esposa, que terminaron
con la separación (1842), y finalmente un nuevo amor senil y compartido
sólo a medias por Clotilde Devaux, originaron hacia 1845 una nueva
crisis mental, cuyos efectos se advierten en sus últimas obras, el Sistema de política positiva (1851-1854) y el Catecismo Positivista
(1852). Esta última, en la que expuso el evangelio de la nueva religión
positivista de la humanidad, ofrece matices desconcertantes en muchos
aspectos y en su lenguaje.
Para fomentar el nuevo espíritu positivista había fundado también, en 1845, una especie de cenáculo en el que se reunían amigos y discípulos, pero este heraldo de la filosofía científica contemporánea había perdido por entonces todo contacto con la ciencia viva de su tiempo, concentrado sólo en sus meditaciones subjetivas. Sólo la ayuda económica de algunos admiradores (como Émile Littré o John Stuart Mill) lo salvó de la miseria. Con todo, lo mejor de su pensamiento, reflejado en el célebre Curso de filosofía positiva (1830-1842), estaba destinado a ejercer una gran influencia sobre las más diversas ramas del conocimiento (filosofía, medicina, historia, sociología) y sobre corrientes políticas diversas (incluyendo el pensamiento reaccionario de Charles Maurras).
El positivismo
Augusto Comte tomó el término positivismo
del que había sido su maestro, Saint-Simon, responsable de su acuñación
a partir de la expresión “ciencia positiva”, aparecida en el siglo
XVIII. En la historia de la filosofía, se designa con esta palabra la
corriente de pensamiento iniciada por Comte; surgida en Francia en la
primera mitad del siglo XIX, pronto se desarrollaría en todos los países
occidentales durante el resto de la centuria.
Aunque se entiende el positivismo como filosofía contrapuesta al idealismo y, en particular, a la figura de Hegel (1770-1831), positivismo e idealismo hegeliano tienen puntos en común. Ambas corrientes parten de Kant
(1724-1804), aunque desarrollan aspectos distintos: el idealismo, la
idea kantiana de la actividad creadora de la conciencia; el positivismo,
la necesidad de partir de datos y la negación de que el conocimiento
metafísico pueda superar al científico. Como Kant, Comte cree
inalcanzable el objeto de la metafísica porque el saber humano no puede
ir más allá de la experiencia, y, al igual que Hegel, aborda la
concepción de la historia universal como un proceso unitario, evolutivo y
enriquecedor.
A pesar de la constatación de tales puntos de
acuerdo, en la configuración de la filosofía del positivismo influyeron
también otras corrientes varias, alejadas del idealismo: el empirismo
inglés representado por John Locke (1632-1704) y David Hume
(1711-1776), el materialismo (como negación de las substancias
espirituales y reconocimiento únicamente de la existencia de substancias
corpóreas) y el escepticismo del siglo XVIII francés.
La filosofía positivista
Inducido por el propósito de mostrar que la
tendencia que sigue la filosofía es la de acabar siendo absorbida por la
ciencia, Augusto Comte enfocó su estudio hacia el conocimiento de los
hechos y de la sociedad, prescindiendo de cualquier tipo de anteposición
de doctrina filosófica alguna. Así pues, convencido de que el objeto de
la ciencia eran indudablemente el progreso y la paz, la metafísica
tradicional (a la que tildó de especulativa por recrearse en polémicas
insolubles) fue el blanco de sus críticas, si bien no como defensa de
una postura filosófica o tesis elaborada, sino como una conclusión
ineludible: el final de la metafísica era el resultado natural de la
madurez que iba alcanzando la humanidad en su proceso evolutivo.
El positivismo de Comte es un discurso complejo
que comprende al menos una teoría sobre el conocimiento, una
interpretación sobre el sentido de la historia y una posición política
ante la sociedad. En cuanto a lo primero, el positivismo afirma que, en
sentido estricto, el conocimiento lo es sólo de datos verificables o
“hechos” (esto es, de fenómenos cuya regularidad puede ser contrastada
al modo de, por ejemplo, una ley física o química) y que todo
conocimiento, además de cierto (indudable, exacto) y sistemático, ha de
ser útil, es decir, ha de traducirse no en teorías, sino en un aumento
de la capacidad de control e intervención tecnológica sobre los
fenómenos.
Lo que caracteriza el advenimiento de una
ciencia es el paso de una explicación teológica (las causas de los
fenómenos son atribuidas a divinidades), o bien metafísica (las causas
de los fenómenos son abstracciones personificadas), a una explicación
positiva. Un saber positivo es un saber que instituye unas relaciones
entre los hechos y renuncia a la explicación absoluta; no busca las
esencias ni las causas de las cosas sino las leyes que las gobiernan. La
ciencia positiva aspira a saber únicamente aquello que es posible
saber; es una actitud de pensamiento que sustituye la pregunta "¿por
qué?" por la pregunta "¿cómo?".
Augusto Comte
En cuanto a la historia, Augusto Comte
considera que la humanidad progresa hacia el bienestar y la felicidad
generales, poniendo el desarrollo científico y tecnológico como motor y
meta de ese proceso. Es la llamada ley de los tres estados, según la cual la humanidad había ya pasado por dos etapas, denominadas por el propio Comte “teológica” y “metafísica”.
En la etapa teológica, los fenómenos naturales
se explicaban por causas extrínsecas a la naturaleza e intervenciones
sobrenaturales (por ejemplo, dioses o seres mitológicos); en la etapa
metafísica, las fuerzas sobrenaturales fueron sustituidas en la
explicación por esencias, causas o fuerzas inmanentes a la naturaleza
pero ocultas, que sólo podían ser confiadas al pensamiento abstracto
(por ejemplo, el concepto de gravedad en física). La época contemporánea
corresponde, a su entender, a una tercera etapa: la “científica” o
“positiva”. En el estado “positivo” acabarán por borrarse los vestigios
de las etapas anteriores, y el pensamiento abstracto y deductivista será
sustituido por la comprobación experimental.
Por esa misma razón, la filosofía se convertirá
en “positiva”, y su característica será que reconocerá que el verdadero
saber humano se halla en las ciencias (una matemática, física, química o
biología desarrolladas ya de manera autónoma); tal filosofía, ajena a
cualquier intento de definir esencias, se dirigirá, en cambio, al
establecimiento de los hechos y de las leyes que los regulan. En sus
últimos años, sin embargo, Comte estableció una síntesis subjetiva de
sus planteamientos anteriores resumida en el concepto de “religión de la
humanidad”, duramente criticada por su discípulo Émile Littré por considerarla una vuelta al espíritu teológico.
Por último, el positivismo de Comte entiende los
problemas sociales como desórdenes orgánicos del sistema y propone como
solución reformas (ejecutadas por el poder y a la fuerza, si es
necesario) que integren funcionalmente a todos los miembros de la
sociedad, a la humanidad entera. Comte considera que el progreso social
es paralelo al desarrollo de las ciencias positivas, advirtiendo en las
ciencias una relación inversamente proporcional entre el grado de
complejidad y el ámbito de aplicación. Así, la primera ciencia serían
las matemáticas, aplicables a todos los campos, pero de complejidad
reducida. Después vendrían la física, la química, etc., hasta llegar a
la ciencia más compleja de todas y cuyo único ámbito de aplicación sería
la sociedad humana: la sociología. El objetivo último de la sociología
sería controlar el sistema social estableciendo de manera positiva y
útil relaciones entre sus diversos fenómenos.
La sociología
Por las ideas contenidas en el párrafo anterior
se considera a Augusto Comte el fundador de la sociología. Para Comte,
la creación de una sociología independiente está dirigida por la ley de
la evolución del espíritu humano. Al emprender la famosa clasificación
de las ciencias, Comte enumera seis de ellas, que clasifica por orden
creciente de complejidad, de las más generales a las más particulares:
las matemáticas, la astronomía, la física, la química, la biología y la
sociología.
Pero esta última todavía ha de ser creada. De
ahí el tema constante del pensamiento de Augusto Comte: el progreso
científico no es nada si no culmina en una ciencia social, y la ciencia
social no puede establecerse si las ciencias que la preceden en la
clasificación no han sido lo suficientemente desarrolladas. Comte
imaginaba esta sociología aún no constituida (por la enorme dificultad
que entraña explicar la complejidad del comportamiento social) como una
"física de las costumbres" o "física social" que descubriría las leyes
de las asociaciones humanas y permitiría formular una reforma práctica
de la sociedad, regulando su destino ético y político.
Comte entiende la sociología como ciencia de los hechos humanos, y, a tenor de lo ya expuesto, es evidente que los hechos humanos se inscriben en la historia. Estudiarlos desde el punto de vista de su evolución es estudiar la dinámica social. Esta rama de la sociología encierra la ley del progreso de la humanidad, es decir, la ley de los tres estados que constituye la filosofía de la historia de Comte, en la cual el estado político está condicionado por el estado intelectual y por las creencias de una época.
Debe subrayarse sin embargo que, para Comte, la
evolución de la humanidad no es discontinua: el paso de un estado a
otro es anunciado por signos precursores, y siempre subsisten, en cada
estado, vestigios del estado precedente. Así, el desorden de las mentes
que culminó en la Revolución Francesa se había venido preparando desde
que, en el siglo XIV, se inició la decadencia del poder espiritual. Una
época orgánica se extingue mientras otra se prepara.
Pero el progreso desemboca en el orden: toda
evolución termina en un estado de equilibrio cuyo estudio es objeto de
la estática social (a la que está dedicado el Sistema de política positiva, mientras que el Curso de filosofía positiva
tiene por objeto la dinámica social). ¿Cuál es el fundamento del
equilibrio de una sociedad positiva? No la providencia (idea teológica),
sino el descubrimiento positivo de que todo individuo sólo es lo que es
por referencia a una vasta totalidad, la humanidad. A partir de este
tema, Augusto Comte construyó una teoría del Estado fundada en la
religión de la humanidad, una religión en la que los sumos sacerdotes
tendrían que ser los sabios y los filósofos; tal religión, en la
formulación de Comte, contenía además una serie de elementos cuanto
menos pintorescos, y fue rechazada por muchos positivistas.
Su influencia
El positivismo se extendió por toda Europa en
vida de Comte y después de su fallecimiento. Hay que destacar el
desarrollo profuso del positivismo en Inglaterra, donde su máximo
representante fue John Stuart Mill
(1806-1873). Al cultivar la “filosofía positiva”, Mill adoptó una
orientación psicológica, tanto en la investigación emprendida como en el
método empleado, en directa conexión con el empirismo inglés clásico.
Autor de obras de moral, en las que unió el positivismo con el
utilitarismo inglés, consagró gran parte de su trabajo a la
epistemología científica y otra gran parte a la lógica.
Más especulativo, pero entusiasta del progreso como Comte, fue el positivismo de Herbert Spencer (1820-1903), convencido defensor de la aplicación del evolucionismo de Charles Darwin
a la vida social. Frente al positivismo comtiano, el positivismo
inglés se convirtió con Spencer en la expresión ideológica paradigmática
de una clase social, la burguesía, y, como tal, en una doctrina
individualista, liberal y enemiga radical del socialismo.
Auguste Comte fallecio en París el 5 de septiembre de 1857
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