Rey de Inglaterra y Señor de Irlanda, perteneciente a la dinastía Tudor. Menos conocido por los logros de su reinado que
por sus seis esposas, el celebérrimo Enrique VIII de Inglaterra ha
pasado a la cultura popular con una imagen con frecuencia distorsionada.
Se suele recordar a sus esposas engañadas, repudiadas o ejecutadas,
olvidando que el propio monarca, en su legítima ansia de tener hijos
varones en quien perpetuar la dinastía, fue a menudo víctima de las
malas artes de sus mujeres, de consejeros poco competentes o
simplemente de la fortuna.
Si bien la vida de alcoba de Enrique VIII fue
fascinante y merece ser contada y conocida, no menos cierto es que poca
incidencia histórica tuvo en su reinado, con la decisiva excepción de la
triste historia de Ana Bolena: la amante y luego segundo esposa de
Enrique VIII fue uno de los detonantes del cisma anglicano. Desligado de
Roma, el rey pasó a ser cabeza de la Iglesia de Inglaterra, disolvió
las órdenes religiosas e incautó sus bienes.
ENRIQUE VIII DE INGLATERRA, EL ORIGEN DEL ANGLICANISMO (El Rey de las 6 esposas) 22/4/21
Las consecuencias fueron profundas: el poder real se
vio fortalecido, y las riquezas obtenidas favorecieron una incipiente
industrialización y el desarrollo de la marina inglesa, base de un
futuro poderío militar y comercial que se manifestaría en la era isabelina,
es decir, en el reinado de Isabel I de Inglaterra (1558-1603), hija
precisamente de Ana Bolena. En política exterior, Enrique VIII supo
mantener el difícil equilibrio de las potencias europeas, lo que da fe
de su capacidad como estadista.
Biografía
Enrique nació en el palacio de Placentia en Greenwich el 28 de junio de 1491. Segundo hijo de Enrique VII de Inglaterra, el
futuro Enrique VIII tenía nueve años cuando asistió como infante a los
desposorios de su hermano mayor Arturo, príncipe de Gales, con Catalina
de Aragón, hija menor de los Reyes Católicos. Arturo era el primogénito y
en consecuencia el heredero del trono de Enrique VII, quien con esta
unión pretendía consolidar su alianza con España y asegurar una
prolífica descendencia a su linaje.
Biografía Enrique VIII . 28/1/20
Todo parecía ir viento en popa para los Tudor
cuando, cinco meses después, siendo aún recientes los jubilosos ecos de
la boda, el príncipe Arturo moría víctima de una gripe aguda ante la que
los médicos de la época se mostraron impotentes. Súbitamente, todo
pareció venirse abajo. La salud del rey Enrique VII era notoriamente
mala y su único hijo superviviente, el futuro Enrique VIII, no había
alcanzado aún la mayoría de edad. Inmediatamente fue declarado sucesor
en previsión de cualquier contingencia.
Enrique VIII de Inglaterra, el rey tirano . 22/4/20
En 1509 falleció Enrique VII, y el 22 de abril de 1509, Enrique VIII
ocupó el trono destinado a su difunto hermano. Enrique VIII tenía
entonces diecisiete años y era un apuesto mozo a quien no faltaba
entendimiento ni habilidad política. Tras ceñir la corona en sustitución
de su hermano, consideró que por razones de Estado era preciso
reemplazarle también como esposo. Desprenderse de Catalina de Aragón y
devolverla a su país suponía perder la cuantiosa dote aportada por sus
padres y, lo que era aún más importante, cortar un lazo de inestimable
valor con la corona española, más necesario que nunca en el revuelto
contexto político europeo de aquel entonces.
La solución consistió en declarar nulo el enlace
de la Catalina con Arturo. La propia Catalina de Aragón reconoció ante
un tribunal eclesiástico que la unión anterior no se había consumado por
incapacidad del cónyuge y que, por tanto, ella continuaba siendo
doncella. La Santa Sede no tuvo inconveniente en otorgar la dispensa y, casi dos meses después de subir al trono, Enrique VIII se casó el 11 de junio de 1509, con Catalina
de Aragón, cinco años mayor que él.
Catalina de Aragón
Desde el súbito fallecimiento de Arturo, Catalina de Aragón
había permanecido recluida en la fortaleza galesa de Ludlow, entregada a
rezos y lutos y en espera de lo que le deparase el destino. El largo
encierro la había convertido en una matrona de marchita apariencia y
exageradas costumbres devotas. Tras su boda con Enrique VIII dio a luz
seis veces, pero el único varón nacido con vida sólo alentó durante
cincuenta y dos días.
Catalina de Aragón |
Enrique VIII empezó a tener interesados
escrúpulos de conciencia y a considerar que el origen del maleficio
estaba en la Biblia: "No debes descubrir la desnudez de la mujer de tu
hermano", sentencia el Levítico. Su matrimonio con su cuñada, pensaba,
no había sido válido, sino pecaminoso y prohibido; Catalina estaba
maldita y era preciso deshacerse de ella. La coyuntura internacional
permitió la adopción de medidas drásticas. La preponderancia en Europa
del todopoderoso soberano español Carlos V, emperador romano-germánico y
dueño de medio mundo, indujeron a Enrique VIII a aproximarse a Francia
para contrarrestar su fuerza. Podía, pues, desembarazarse de Catalina
sin perder aliados, aunque no iba a ser fácil encontrar un modo legal o
aparentemente legal de hacerlo.
Catalina de Aragón, la reina de los ingleses. 11/6/20
No menos determinante que la falta de
descendencia y la coyuntura europea fue la entrada en escena de Ana
Bolena, noble inglesa que, tras ser educada en Francia, había regresado
en 1522 a la corte como dama de la reina Catalina. Su atractivo despertó
pasiones entre personajes encumbrados, entre ellos el mismo Enrique
VIII, que trató de seducirla y obstaculizó su boda con lord Henry Percy.
Pero la ambiciosa Ana Bolena no estaba dispuesta a convertirse en mera
amante; quería ser reina y, mediante una fríamente calculada alternancia
de favores y desdenes, consiguió que Enrique VIII se enamorase
perdidamente de ella.
El cisma anglicano
Culto e inteligente, Enrique VIII había mostrado
desde su juventud su ferviente catolicismo. Había empleado su
brillantez contra la reforma protestante lanzada por Lutero
en 1520, mostrándose como un enérgico defensor de la fe católica.
«Defensor de la fe» fue exactamente el título que le dio el papa León X por el Tratado de los siete sacramentos, que el monarca había escrito en 1521.
Pero esta situación cambiaría a raíz del
conflicto desatado con la Iglesia por el acuciante problema sucesorio:
el matrimonio con Catalina de Aragón no le había dado herederos varones.
En 1527, Enrique VIII pidió al papa Clemente VII
la anulación del matrimonio so pretexto del parentesco previo entre los
cónyuges. El papa, presionado por Carlos V (que era sobrino de
Catalina), negó la anulación, y Enrique VIII decidió romper con Roma,
aconsejado por Thomas Cranmer y Thomas Cromwell.
Para ello, Enrique VIII se armó de argumentos
recabando de diversas universidades europeas dictámenes favorables a su
divorcio (1529); y aprovechó el descontento reinante entre el clero
secular inglés por la excesiva fiscalidad papal y por la acumulación de
riquezas en manos de las órdenes religiosas para hacerse reconocer jefe
de la Iglesia de Inglaterra (1531).
En 1533 hizo que Thomas Cranmer (a quien había nombrado arzobispo de Canterbury) anulara su primer matrimonio y coronara reina a su amante, Ana Bolena. El papa Clemente VIII respondió con la excomunión del rey. La reacción de Enrique VIII no fue menos contundente: hizo aprobar en el Parlamento el Acta de Supremacía (1534), en virtud de la cual se declaraba la independencia de la Iglesia Anglicana y se erigía al rey en máxima autoridad de la misma.
La Iglesia de Inglaterra quedó así desligada de
la obediencia de Roma y convertida en una Iglesia nacional independiente
cuya cabeza era el propio rey, lo cual permitiría a la Corona expropiar
y vender el patrimonio de los monasterios; los católicos ingleses que
permanecieron fieles a Roma fueron perseguidos como traidores; su
principal exponente, el humanista Tomás Moro, autor de Utopía, fue ejecutado en 1535.
Sin embargo, Enrique VIII no permitió que se
pusieran en entredicho los dogmas fundamentales del catolicismo; para
evitarlo dictó el Acta de los Seis Artículos (1539). Obviamente
no pudo impedir que, después de su muerte, Cranmer llevase a cabo la
reforma de la Iglesia Anglicana, que se situó definitivamente en el
campo del cristianismo protestante, con la introducción de elementos
luteranos y calvinistas.
Ana Bolena
Aun habiendo sido excomulgado y hallándose
descontento consigo mismo y víctima de los remordimientos, nada impidió a
Enrique VIII disfrutar de los favores de Ana Bolena, que se le había entregado con pasión en cuanto los acontecimientos comenzaron a favorecerla. tuvierón una boda secreta que se celebro el 25 de enero de 1533 en la capilla privada del rey en el Palacio de Whitehall
Ana Bolena |
A mediados de marzo de 1533, Ana Bolena comunicó
a su regio amante que estaba embarazada. Enrique, loco de júbilo,
dispuso la ceremonia, que tuvo lugar el 1 de junio en la abadía de
Westminster. Pocos vítores se escucharon entre la multitud: las gentes
veían en ella a la concubina advenediza carente de escrúpulos que había
hechizado a su buen rey con malas artes.
Tres meses después, la nueva reina dio a luz una
hija que se llamaría Isabel y llegaría a ser una de las más grandes
soberanas inglesas, pero Enrique VIII no podía saberlo y se sintió muy
decepcionado: todo el escándalo no había servido para asegurar la
sucesión. El alumbramiento de una hembra debilitó considerablemente la
situación de Ana Bolena.
El 7 de enero de 1536 fallecía Catalina de
Aragón, sola, abandonada y lejos de la corte. Veinte días después, Ana
Bolena parió de nuevo, esta vez un hijo muerto. Enrique ni siquiera se
dignó visitarla; acusada de adulterio, que hubo de confesar tras ser
torturada, la altiva y calculadora cabeza de Ana no tardó en caer (19 de
mayo de 1536) y el matrimonio fue declarado nulo por los prelados
ingleses.
Juana Seymour
Mientras, el rey no había perdido el tiempo. Su nueva favorita se llamaba Juana Seymour y era una joven dama descendiente por rama colateral de Eduardo III.
En contraste con la frialdad manipuladora y enérgica de Ana Bolena,
Juana Seymour era una mujer tímida y dócil, pero también culta e
inteligente, y fue probablemente, de entre todas sus esposas, la que más
amó a Enrique VIII.
Juana Seymour |
El monarca se prometió oficialmente con Juana
dos días después de la ejecución de Ana Bolena. En 1537, Juana Seymour
lo colmó de felicidad al darle un hijo varón, Eduardo, que sucedería a
su padre como Eduardo VI. Se alejaba así el fantasma de la maldición que
parecía pesar sobre la dinastía; el niño había nacido débil y
enfermizo, pero el rey podía abrigar la esperanza de tener pronto más
hijos varones, fuertes y sanos. De ahí que se sumiera en la tristeza
cuando, dos semanas después del parto, Juana Seymour falleció de unas
fiebres puerperales. Enrique VIII la hizo enterrar en el panteón real de
Windsor; oficialmente, Juana Seymour había sido la primera reina.
Ana de Clèves
Transcurrieron dos años antes de que se
decidiera a contraer nuevas nupcias. El 6 de enero de 1540, Enrique VIII volvió a
casarse con Ana de Clèves para fortalecer la alianza de Inglaterra con
los protestantes alemanes. Cumplidos los cuarenta y siete años y
repuesto ya de la desaparición de Juana, se había decidido a probar
fortuna una vez más alentado por su valido Thomas Cromwell, quien le
mostró un cautivador retrato de la princesa Ana de Clèves pintado por Hans Holbein el Joven, en el que aparecía una muchacha adorable de angelicales facciones.
Ana de Clèves (retrato de Hans Holbein) |
Perteneciente a la nobleza alemana, Ana de
Clèves vivía lejos de Londres y jamás había pisado Inglaterra, pero ello
no fue óbice para que se firmaran solemnemente las capitulaciones y
para que se dispusiera el encuentro del rey con su futura esposa. Por
desgracia para Enrique, el maestro Holbein había sido en exceso piadoso
con su modelo; Ana tenía el semblante marcado por la viruela, la nariz
enorme y los dientes horrorosamente saltones. Además, desconocía otro
idioma que no fuera el alemán y su voz recordaba el relincho de un
caballo.
Ana de Cleves, la cuarta esposa de Enrique VIII . 6/1/20
El desdichado marido aceptó el yugo que se le
imponía y accedió al casamiento por tratarse de una obligación contraída
de antemano, pero no pudo consumar la unión porque, según sus palabras,
le era imposible vencer la repugnancia que sentía "en compañía de
aquella yegua flamenca de pechos flácidos y risa destemplada".
Apenas seis meses después de la boda, la reina
fue "expedida" al palacio de Richmond y se iniciaron los trámites para
sentenciar la disolución del vínculo. Ana de Clèves fue compensada con
dos vastas residencias campestres y una jugosa pensión a cambio de no
aparecer nunca más por la corte. Nombrada honoríficamente "Su Gracia la
Hermana del Rey", permaneció recluida en sus posesiones el resto de su
existencia y cumplió con los términos del pacto.
Catalina Howard
El caso de la siguiente esposa, Catalina Howard,
tuvo un comienzo completamente opuesto. Si bien los retratos que se
conservan de ella no le hacen justicia, hoy se sabe que en persona
resultaba deslumbrante. En presencia de aquella ninfa, el rey creyó
estar soñando. Sus avellanados ojos, sus cabellos rojizos y su figura
perfecta hechizaron de tal modo al monarca que la boda fue dispuesta con
una inusual celeridad.
Catalina Howard |
Todo el boato de la corte de los Tudor,
extinguido tras la muerte de Juana Seymour, apareció de nuevo bajo el
estímulo de la nueva reina, esplendorosa, vivaz y siempre risueña.
Enrique VIII parecía estar viviendo una segunda juventud, pero su
entusiasmo fue breve. Cuanto se había inventado para desacreditar a Ana
Bolena y llevarla al patíbulo resultó ser una verdad incontrovertible en
el caso de Catalina Howard: al parecer, la caprichosa muchacha había
sostenido relaciones amorosas con su preceptor y con varios músicos
desde la edad de trece años, actividad que había continuado incluso
después de su enlace con el rey.
MdNBio - Catherine Howard: la quinta reina 13/2/20
La nómina de sus amantes se incrementó por
momentos y algunos galanes de la corte fueron descuartizados tras
confesar sus relaciones con Catalina. La reina fue tildada crudamente de
"ser ramera antes del matrimonio y adúltera después de él". El 13 de
febrero de 1542 fue ejecutada en el mismo lugar que Ana Bolena y por el
mismo verdugo.
Catalina Parr
Con este currículum a sus espaldas, no es de
extrañar que, cuando una bellísima duquesa recibió años después a unos
comisionados reales encargados de pedir su mano en nombre de Enrique
VIII, ella respondiese sin pestañear: "Digan a Su Majestad que me
casaría con él si tuviera una cabeza de repuesto". Porque el rey, a
pesar de haber engordado considerablemente y ser víctima de intensos
ataques de gota, deseaba una nueva esposa.
Catalina Parr |
El príncipe heredero era demasiado débil y no
hacía concebir esperanzas, así que para asegurar la sucesión era
necesaria una nueva reina que le diese más hijos. Sin embargo, Enrique
VIII era el primero en mostrarse escéptico, sobre todo después de las
muchas decepciones y pesadumbres que las mujeres le habían proporcionado
en sus matrimonios y amoríos anteriores: "Ahora soy viejo y necesito
más una enfermera que una esposa; dudo que haya alguna mujer dispuesta a
soportarme y a cuidar de mi pobre cuerpo."
MdNBio - Catherine Parr: la sexta reina 12/7/19
Sin embargo, esa mujer apareció en la vida del
anciano rey. Se trataba de Catalina Parr, dama de noble condición que
había estado casada dos veces, poseía una considerable fortuna y era
extraordinariamente culta para su tiempo. Hacendosa, responsable,
estudiosa e inteligente, no había duda de que se trataba de la persona
idónea para acompañar al rey en sus últimos años.Se casaron el 12 de julio de 1543. Al acceder al trono no
dio ni una sola muestra de arrogancia. Discretamente pero con eficacia
tomó a su cargo todos los asuntos domésticos y supo proporcionar a
Enrique, tras sus trágicos matrimonios anteriores, cinco años de paz y
sosegada vejez.
El soberano murió el 28 de enero de 1547. En su
entierro, junto al estandarte real, se colocaron las enseñas familiares
de Juana Seymour y Catalina Parr, las dos únicas mujeres que
oficialmente habían contraído matrimonio con Enrique VIII y por lo tanto
figuraban como reinas. Atrás quedaban la devota Catalina de Aragón, la
ambiciosa Ana Bolena, la poco agraciada Ana de Clèves y la lujuriosa
Catalina Howard, forjadoras de un funesto destino del que la casa Tudor
escapó milagrosamente.
Le sucedió en el trono su único hijo varón, Eduardo VI, nacido del matrimonio con Juana Seymour, que contaba sólo nueve años y falleció en 1553. Se abrió entonces un periodo de reacción católica bajo el reinado de María I Tudor, hija mayor de Enrique VIII, nacida de su matrimonio con Catalina de Aragón. Al morir María Tudor en 1558, ocupó el trono otra hija de Enrique VIII, Isabel I, nacida del matrimonio con Ana Bolena.
El reinado de Enrique VIII
Es preciso señalar que el episodio de Catalina
de Aragón y Ana Bolena tuvo una incidencia fundamental en su reinado; a
consecuencia del Acta de Supremacía (1534), los destinos de Inglaterra tomaron un rumbo bien distinto a los que podían señalarse como probables. El Acta de Supremacía
creó una Iglesia anglicana desligada de la católica y sometida a la
autoridad real, aunque sin renunciar a los dogmas y condenando las
doctrinas reformadas (Acta de los Seis Artículos, 1539). Pero si
bien esta Iglesia fue al principio tan sólo cismática, no heterodoxa, no
tardaría en distanciarse del dogma y en acercarse al luteranismo.
La hegemonía del monarca sobre la Iglesia sería
el firme fundamento sobre el que se asentó una nueva era. La monarquía
se enriqueció con los beneficios obtenidos con la venta de los bienes
eclesiásticos (en 1539 fueron disueltas las órdenes religiosas e
incautados todos sus bienes), lo que abrió una etapa de prosperidad
económica que favoreció una naciente industrialización y condujo a la
creación de una poderosa flota marítima, base del posterior poderío
militar y comercial.
El reinado de Enrique VIII de Inglaterra, en
suma, se caracterizó por un fortalecimiento de la autoridad real, al
someter por entero a la Iglesia y eliminar las últimas estructuras
feudales. Ello no impidió la consolidación del Parlamento, a la vez como
instrumento de la política del rey y como órgano representativo del
reino. El País de Gales fue asimilado a Inglaterra (1536) y se
centralizó la jurisdicción sobre las Marcas. Se anexionó además Irlanda,
de la que Enrique VIII fue proclamado rey en 1541.
Otro capítulo importante fueron las campañas
victoriosas contra Escocia en 1512-1513 y en 1542-1545, que no fueron
suficientes para unificar Gran Bretaña bajo su poder. Por otra parte,
Inglaterra incrementó su protagonismo en Europa, gracias al crecimiento
de su marina de guerra y a una política exterior dominada por la
búsqueda del equilibrio entre las potencias continentales: primero luchó
contra Francia aliándose con Carlos V,
pero cuando, tras la victoria de Pavía (1525), le pareció que el
emperador español alcanzaba un poderío excesivo, Enrique VIII se alió
contra él al lado del monarca francés Francisco I.
Enrique VIII falleció el 28 de enero de 1547 en el palacio de Whitehall,
el día en que su padre hubiera cumplido noventa años. Fue sepultado en
la Capilla de San Jorge en el castillo de Windsor, al lado de su tercera esposa, Jane Seymour.
Muy interesante la biografía de Enrique VIII, pero también muy sangrienta con sus esposas, además muy calculador. No conocía la historia, gracias por compartirla.
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