Ana Mendoza de la Cerda, Noble
española.
Hija de Diego Hurtado de Mendoza, y miembro de una de las más
importantes familias de la nobleza castellana, casó muy joven con Ruy
Gómez de Silva, príncipe de Éboli, persona muy allegada al
rey Felipe II y líder del partido pacifista de la corte,
que propugnaba una salida negociada al problema de Flandes.
Muerto su esposo en 1573, ella misma se convirtió en una de las figuras
más
destacadas de este grupo, junto a Antonio Pérez, el secretario
del rey. Su estrecha relación con Antonio Pérez, de quien quizás
era la amante, la acabó mezclando en los turbios sucesos que
provocaron la caída del secretario real. Así, cuando Pérez
fue acusado de instigar el asesinato de Rafael de Escobedo,
secretario de Juan de Austria y antiguo colaborador suyo, para que no
descubriese sus
contactos secretos con los rebeldes holandeses, la princesa de
Éboli se vio implicada y fue arrestada. Privada de la tutela de sus
hijos,
fue exiliada a Pastrana, donde falleció.
Ana Mendoza de la Cerda nacio en Cifuentes, Guadalajara el 29 de junio de 1540, era la única hija de
Diego Hurtado de Mendoza, virrey de Perú, príncipe de Mélito y duque de
Francavilla, y de Catalina de Silva, hermana del conde de Cifuentes. Se
concertó su matrimonio con el príncipe de Éboli, Ruy Gómez de Silva y
Téllez de Meneses, en 1552, aunque la unión (que había sido proyectada
por Felipe II) no se llevó efectivamente a cabo hasta siete años
después. Durante su estancia en la Corte entabló una estrecha amistad
con la reina Isabel de Valois.
Ana Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli |
Poseedora de una de las mayores fortunas de
España, a la muerte de su esposo en 1573 se retiró al convento de
carmelitas de Pastrana, casa que había sido fundada a expensas suyas por
Santa Teresa.
Después de seis meses de agitada vida conventual fue
obligada por el rey a renunciar a los hábitos y a hacerse cargo, en
conformidad con el testamento de su esposo, de la tutoría de sus hijos y
de la administración de los bienes heredados por éstos.
A raíz de su regreso a la Corte comenzó una
etapa de su vida caracterizada por la intriga y el escándalo, fruto de
su personalidad caprichosa y voluble y de las supuestas relaciones
amorosas (no han sido aceptadas por todos los historiadores) con el
propio monarca, con Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria, y
con Antonio Pérez, secretario real y cabeza visible de la facción ebolista desde la muerte del príncipe.
La princesa de Éboli, documental 29/6/19
Parece probable que la princesa de Éboli y
Antonio Pérez mantuvieran negociaciones secretas con los rebeldes
flamencos y portugueses, hecho del que habría tenido conocimiento Juan
de Escobedo; para evitar que Escobedo revelase el secreto se le acusó de
una grave conspiración política pretendidamente urdida con Juan de Austria. El 31 de marzo de 1578, Escobedo fue asesinado por orden de Antonio Pérez, seguramente con el consentimiento real.
La princesa de Éboli aprovechó la influencia de
Pérez y su conocimiento de los secretos de Estado para satisfacer sus
ambiciones políticas y sus necesidades económicas. La concesión de
dignidades eclesiásticas y la venta de información política reservada
figuran entre los negocios más fructíferos en que ambos intervinieron. A
la muerte del rey Sebastián de Portugal (1578), la princesa volvió a
colaborar con Pérez con el fin de apoyar la candidatura de la duquesa de
Braganza al trono portugués, oponiéndose así a las pretensiones
dinásticas de Felipe II en este mismo sentido.
La Princesa de Eboli 1x01 . 29/6/20
Al tener conocimiento de estas intrigas y al
percatarse de que había sido engañado en el asunto de Escobedo, el
monarca se vio en la necesidad de ordenar, el 18 de julio de 1579, el
encarcelamiento de la princesa de Éboli y de Antonio Pérez, hecho que
dio lugar al episodio más importante de las llamadas Alteraciones de
Aragón. Acusada de pródiga, Ana Mendoza de la Cerda fue encerrada en la
Torre de Pinto (Madrid) y luego en la fortaleza de Santorcaz (en las
cercanías de Pastrana); en 1581 el rey le permitió retirarse a su villa
de Pastrana, donde permaneció hasta su muerte el 2 de febrero de 1592, confinada y exonerada de
la tutela de sus hijos.
Ana Mendoza de la Cerda ha pasado a la historia
como una mujer de gran belleza, aunque en los retratos conservados
aparece con un parche, lo que permite suponer que tenía alguna tara en
uno de sus ojos. Este defecto únicamente aparece citado en la
documentación escrita (y muy veladamente) a partir del siglo XVIII. Al
parecer, Ana Mendoza se expresaba de forma populachera, y en sus
escritos solía hacer crítica del aplebeyamiento de la aristocracia
española.
De su numerosa descendencia (diez hijos, nacidos
entre los años 1561 y 1573) cabe señalar al primogénito Rodrigo de
Silva, II duque de Pastrana y soldado en Portugal y Flandes, quien pudo
ser fruto (según algunos historiadores) de las relaciones entre la
princesa y el rey; Diego de Silva, duque de Francavilla, quien fue
muerto por los turcos en la batalla de Lepanto (1571); Ana Mendoza de
Silva, duquesa de Medina-Sidonia; Ruy Gómez, marqués de la Eliseda;
Fernando, quien profesó con el nombre de fray Pedro González de Mendoza y
llegó a ocupar las sedes episcopales de Osma (Soria) y Sigüenza
(Guadalajara) y las arzobispales de Granada y Zaragoza; y Ana, quien
acompañó a su madre durante su prisión y tomó el hábito de monja
carmelita.
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