Filósofo
griego.considerado como uno de los más grandes, tanto de la filosofía occidental como de la universal. Pese a que no dejó ninguna obra escrita y son escasas las ideas
que pueden atribuírsele con seguridad, Sócrates es una figura capital
del pensamiento antiguo, hasta el punto de ser llamados presocráticos
los filósofos anteriores a él. Rompiendo con las orientaciones
predominantes anteriores, su reflexión se centró en el ser humano,
particularmente en la ética, y sus ideas pasaron a los dos grandes
pilares sobre los que se asienta la historia de la filosofía occidental:
Platón, que fue discípulo directo suyo, y Aristóteles, que lo fue a su vez de Platón.
Pocas cosas se conocen con certeza de la biografía de
Sócrates. Nacio en Atenas en el año 470 a.C. Fue hijo de una comadrona, Faenarete, y de un escultor,
Sofronisco, emparentado con Arístides el Justo. En su juventud siguió el oficio de su padre y recibió una buena instrucción; es posible que fuese discípulo de Anaxágoras, y también que conociera las doctrinas de los filósofos eleáticos (Jenófanes, Parménides, Zenón) y de la escuela de Pitágoras.
Sócrates 1970, de Roberto Rossellini... Película Completa 7/7/19
Aunque no participó directamente en la política, cumplió
ejemplarmente con sus deberes ciudadanos. Sirvió como soldado de
infantería en las batallas de Samos (440), Potidea (432), Delio (424) y
Anfípolis (422), episodios de las guerras del Peloponeso en que dio
muestras de resistencia, valentía y serenidad extraordinarias. Fue
maestro y amigo de Alcibíades, militar y político que cobraría protagonismo en la vida pública ateniense tras la muerte de Pericles;
en la batalla de Potidea, Sócrates salvó la vida a Alcibíades, quien
saldó su deuda salvando a Sócrates en la batalla de Delio.
.Biografía del gran filósofo griego "Sócrates" . 7/4/20
Con los bienes que le dejó su padre al morir pudo vivir modesta y
austeramente, sin preocupaciones económicas que le impidiesen dedicarse
al filosofar. Se tiene por cierto que Sócrates se casó, a una edad algo
avanzada, con Xantipa, quien le dio dos hijas y un hijo. Cierta
tradición ha perpetuado el tópico de la esposa despectiva ante la
actividad del marido y propensa a comportarse de una manera brutal y
soez. En cuanto a su apariencia, siempre se describe a Sócrates como un
hombre rechoncho, con un vientre prominente, ojos saltones y labios
gruesos, del mismo modo que se le atribuye también un aspecto
desaliñado.
43 Bonitas Frases de Sócrates para Pensar (Narradas) 2/2/20
La mayor parte de cuanto se sabe sobre Sócrates procede de
tres contemporáneos suyos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo
Aristófanes y el filósofo Platón. Jenofonte
retrató a Sócrates como un sabio absorbido por la idea de identificar
el conocimiento y la virtud, pero con una personalidad en la que no
faltaban algunos rasgos un tanto vulgares. Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras en una comedia, Las nubes
(423), donde es caricaturizado como engañoso artista del discurso y se
le identifica con los demás representantes de la sofística, surgida al
calor de la consolidación de la democracia en el siglo de Pericles. Estos dos testimonios matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en sus Diálogos,
en los que aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser
en ocasiones excesivamente idealizada, aun cuando se considera que
posiblemente sea la más justa.
La mayéutica
Al parecer, y durante buena parte de su vida,
Sócrates se habría dedicado a deambular por las plazas, mercados,
palestras y gimnasios de Atenas, donde tomaba a jóvenes aristócratas o a
gentes del común (mercaderes, campesinos o artesanos) como
interlocutores para sostener largas conversaciones, con frecuencia
parecidas a largos interrogatorios. Este comportamiento correspondía,
sin embargo, a la esencia de su sistema de enseñanza, la mayéutica.
Alcibíades y Sócrates (detalle de un cuadro de Marcello Bacciarelli) |
El propio Sócrates comparaba tal método con el
oficio de comadrona que ejerció su madre: se trataba de llevar a un
interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por sí mismo como
alojada ya en su alma, por medio de un diálogo en el que el filósofo
proponía una serie de preguntas y oponía sus reparos a las respuestas
recibidas, de modo que al final fuera posible reconocer si las opiniones
iniciales de su interlocutor eran una apariencia engañosa o un
verdadero conocimiento.
En sus conversaciones filosóficas, al menos tal y como quedaron reflejadas en los Diálogos de Platón, Sócrates sigue, en efecto, una serie de pautas precisas que configuran el llamado diálogo socrático.
A menudo comienza la conversación alabando la sabiduría de su
interlocutor y presentándose a sí mismo como un ignorante: tal
fingimiento es la llamada ironía socrática, que preside la
primera parte del diálogo. En ella, Sócrates proponía una cuestión (por
ejemplo, ¿qué es la virtud?) y elogiaba la respuesta del interlocutor,
pero luego oponía con sucesivas preguntas o contraejemplos sus reparos a
las respuestas recibidas, sumiendo en la confusión a su interlocutor,
que acababa reconociendo que no sabía nada sobre la cuestión.
Tal logro era un punto esencial: no puede enseñarse
algo a quien ya cree saberlo. El primer paso para llegar a la sabiduría
es saber que no se sabe nada, o, dicho de otro modo, tomar conciencia de
nuestro desconocimiento. Una vez admitida la propia ignorancia,
comenzaba la mayéutica propiamente dicha: por medio del diálogo,
con nuevas preguntas y razonamientos, Sócrates iba conduciendo a sus
interlocutores al descubrimiento (o alumbramiento) de una respuesta
precisa a la cuestión planteada, de modo tan sutil que la verdad parecía
surgir de su mismo interior, como un descubrimiento propio.
La filosofía de Sócrates
Al prescindir de las preocupaciones cosmológicas que habían ocupado a sus predecesores desde los tiempos de Tales de Mileto,
Sócrates imprimió un giro fundamental en la historia de la filosofía
griega, inaugurando el llamado periodo antropológico. La cuestión moral
del conocimiento del bien estuvo en el centro de las enseñanzas de
Sócrates. Como se ha visto, el primer paso para alcanzar el conocimiento
consistía en la aceptación de la propia ignorancia, y en el terreno de
sus reflexiones éticas, el conocimiento juega un papel fundamental.
Sócrates piensa que el hombre no puede hacer el bien si no lo conoce, es
decir, si no posee el concepto del mismo y los criterios que permiten
discernirlo.
El ser humano aspira a la felicidad, y hacia
ello encamina sus acciones. Sólo una conducta virtuosa, por otra parte,
proporciona la felicidad. Y de entre todas las virtudes, la más
importante es la sabiduría, que incluye a las restantes. El que posee la
sabiduría posee todas las virtudes porque, según Sócrates, nadie obra
mal a sabiendas: si, por ejemplo, alguien engaña al prójimo es porque,
en su ignorancia, no se da cuenta de que el engaño es un mal. El sabio
conoce que la honestidad es un bien, porque los beneficios que le
reporta (confianza, reputación, estima, honorabilidad) son muy
superiores a los que puede reportarle el engaño (riquezas, poder, un
matrimonio conveniente).
Sócrates toma la cicuta (detalle de un óleo de David) |
El ignorante no se da cuenta de ello: si lo
supiese, cultivaría la honestidad y no el engaño. En consecuencia, el
hombre sabio es necesariamente virtuoso (pues conocer el bien y
practicarlo es, para Sócrates, una misma cosa), y el hombre ignorante es
necesariamente vicioso. De esta concepción es preciso destacar que la
virtud no es algo innato que surge espontáneamente en ciertos hombres,
mientras que otros carecen de ella. Todo lo contrario: puesto que la
sabiduría contiene las demás virtudes, la virtud puede aprenderse;
mediante el entendimiento podemos alcanzar la sabiduría, y con ella la
virtud.
De este modo, la sabiduría, la virtud y la
felicidad son inseparables. Conocer el bien nos lleva a observar una
conducta virtuosa, y la conducta virtuosa conduce a la dicha. La
felicidad no radica en el placer (la ética socrática no es hedonista), a
no ser que se considere como placer algo mucho más elevado: la íntima
paz y satisfacción que produce la vida virtuosa. En palabras de Sócrates
citadas por Jenofonte, ningún placer supera al de «sentirse
transformado en mejor y contribuir al mejoramiento de los amigos». La
vida virtuosa lleva al equilibrio y a la perfección humana, a la
libertad interior y a la autonomía respecto a lo que nos esclaviza, y
mediante ella se consigue la paz del alma, el gozo íntimo imperturbable,
la satisfacción interior que nos acerca a lo divino.
Sin embargo, en los Diálogos de Platón
resulta difícil distinguir cuál es la parte de lo expuesto que
corresponde al Sócrates histórico y cuál pertenece ya a la filosofía de
su discípulo. Sócrates no dejó doctrina escrita, ni tampoco se ausentó
de Atenas (salvo para servir como soldado), contra la costumbre de no
pocos filósofos de la época, y en especial de los sofistas. Si, como
parece, las ideas éticas antes expuestas son del propio Sócrates, su
filosofía se sitúa en la antípodas del escepticismo y del relativismo
moral de los sofistas (Protágoras, Gorgias),
pese a lo cual, y a causa de su pericia dialéctica, pudo ser
considerado en su tiempo como uno de ellos, tal y como refleja la citada
comedia de Aristófanes.
Con su conducta, Sócrates se granjeó enemigos
que, en el contexto de inestabilidad en que se hallaba Atenas tras las
guerras del Peloponeso, acabaron por considerar que su amistad era
peligrosa para aristócratas como sus discípulos Alcibíades o Critias;
oficialmente acusado de impiedad y de corromper a la juventud, fue
condenado a beber cicuta después de que, en su defensa, hubiera
demostrado la inconsistencia de los cargos que se le imputaban. Según
relata Platón en la Apología que dejó de su maestro, Sócrates
pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba,
pero prefirió acatarla y morir, pues como ciudadano se sentía obligado a
cumplir la ley de la ciudad, aunque en algún caso, como el suyo, fuera
injusta; peor habría sido la ausencia de ley. La serenidad y la grandeza
de espíritu que demostró en sus últimos instantes están vivamente
narradas en las últimas páginas del Fedón.
Socrates fallecio en Atenas el año 399 a.C
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