Narrador y dramaturgo ruso. Considerado el
representante más destacado de la escuela realista en Rusia, su obra es
una de las más importantes de la dramaturgia y la narrativa de la
literatura universal.
El estilo de Chéjov está marcado por un
acendrado laconismo expresivo y por la ausencia de tramas complejas, a
las que se sobreponen las atmósferas líricas que el autor crea ayudado
por los más sutiles pensamientos de sus personajes. Chéjov se apartó
decididamente del moralismo y la intencionalidad pedagógica propios de
los literatos de su época (en una Rusia convulsa y preocupada por su
destino) para apostar por un tipo de escritor carente de compromiso y
pasión, plasmando una idea de la literatura que rechazaba el principio
del autor como narrador omnisciente.
Antón Chéjov nacio en Taganrog el 29 de enero de 1860, procedía de una familia de hábitos
sencillos y escasos medios, cuya cabeza, el modesto mercader Pavel, era
nieto de un siervo de la gleba. Acabó los estudios secundarios en
Taganrog, donde permaneció solo tras la marcha de sus familiares a
Moscú. Entre 1879 y 1884 cursó medicina en la universidad de la capital;
pero, más interesado en la literatura que en la ciencia médica desde
hacía algunos años, pospuso ésta a aquélla, y pronto difundió su nombre a
través de varias narraciones humorísticas, reunidas en un libro
titulado Cuentos de varios colores (1886).
Alentado por el escritor Grigorovich y por el director del periódico Novoe vremja (Tiempo nuevo),
Suvorin, con quien estableció una cordial y duradera amistad, y librado
ya de las formas un tanto forzadas del cuento cómico, hacia el año 1888
ya era ampliamente conocido por el público, tanto por su obra jocosa
como por textos de alcance más profundo, en los que la incisiva
descripción de las miserias y la existencia humanas fueron desplazando
los recursos humorísticos.
Tres cuentistas perfectos primera parte Antón Chéjov 29/1/20
En ese año apareció, en la revista Severny Vestnik de San Petersburgo, el relato La estepa, inspirado en un viaje al sur del país, donde los idílicos paisajes de su infancia habían desaparecido por el avance de la revolución industrial,
contra la que el autor se rebela. Aquí introdujo uno de los elementos
más característicos de su enfoque narrativo: la supeditación del
argumento a la atmósfera del relato. El punto de vista del autor
omnisapiente se diluye en la mirada de un personaje, Egorushka, que no
alcanza a comprender lo que sucede a su alrededor. Los elementos que
mueve este relato aparecerán una y otra vez en la obra de Chéjov, pues La estepa
está poblada por una galería de personajes (el campesino Dymov, el
empresario Varlamov o el pope Kristofor) que constituyen una genuina
representación del "inconsciente colectivo" de la Rusia finisecular.
Biografía de ANTON CHÉJOV 15/7/20
Otro significativo relato del período que se
abre a partir de 1888 (en el que el autor disminuyó el ritmo de su
producción literaria: de unos cien relatos al año en 1886, pasa a
escribir diez en 1888) es Una historia aburrida (1889),
penetrante estudio de la mente de un viejo profesor de medicina,
profesión que ejerció esporádicamente el propio Chéjov. Pertenece a una
serie de obras del autor que fueron llamadas "clínicas", por tener como
personajes a enfermos físicos o mentales. Acaso el relato más conocido
de esa serie sea Palata Nº 6 (1892), acerba crítica de la
psiquiatría en el que la relación entre el paciente Gromov y el doctor
Ragin se resuelve dramáticamente con el ingreso del segundo en su propia
clínica, para terminar muerto por mano de uno de los celadores.
En adelante, la vida de Antón Chéjov careció de
acontecimientos relevantes, excepto un viaje a la isla de Sakhalin,
realizado a través de Siberia a la ida, y a lo largo de las costas de la
India al regreso; de tal expedición dejó constancia en el libro La isla de Sakhalin
(1891). Durante la penuria de 1892-93, que azotó a la Rusia meridional,
Chéjov participó en la obra de socorro sanitario. Luego vivió largo
tiempo en la pequeña propiedad de Melichovo, no lejos de Moscú, donde
escribió la mayor parte de sus narraciones y de sus textos teatrales más
famosos. Enfermo de tuberculosis, hubo de trasladarse a Crimea, y desde
allí, por razones de la cura, realizó frecuentes viajes a Francia y
Alemania.
En los últimos años del siglo se produjeron en
su existencia dos hechos que sin duda modificaron su curso: la nueva
orientación del escritor hacia la izquierda, que le alejó de su amigo
Suvorin, conservador, y el éxito de su drama La gaviota en el Teatro de Arte de Moscú, por aquel entonces bajo la dirección de Konstantin Stanislavski y Vladimir Nemirovich-Danchenko. A sus nuevas tendencias y al ejemplo de Korolenko se debió también su dimisión de la Academia, que, tras haber nombrado miembro honorario a Gorki, acató la orden del gobierno y tuvo que anular el nombramiento.
La fortuna de La gaviota convenció
inesperadamente a Chéjov de su capacidad como escritor dramático, tras
sus propias dudas acerca de ello debidas al fracaso del mismo drama en
el Teatro Aleksandrinski de San Petersburgo. A la obra citada siguieron,
con no menor éxito, El tío Vania en 1898-99, Tres hermanas en 1901 y El jardín de los cerezos
en 1904. Mientras tanto, el número de sus narraciones había aumentado
considerablemente, y a algunas de ellas se debió su progresiva fama como
representante asimismo del humor y el espíritu de su época y del
característico producto de ésta, la "inteligentzia" (así Mi vida, La sala n.º 6, Relatos de un desconocido, El monje negro, Una historia aburrida, etc.).
Como en los dramas, también en las narraciones resulta
posible percibir una atmósfera determinada: la que fue llamada
precisamente "chejoviana", particular estado de ánimo definido por
Korolenko como el de un alegre melancólico. Cabe advertir que existe un
nexo entre el Chéjov jovial e irreflexivo de la adolescencia y la
primera juventud, interesado, según describe su hermano, en la
recopilación de anécdotas destinadas a facilitar su colaboración en las
revistas humorísticas, y el de la madurez, inquieto como una gaviota
que, en vuelo sobre el mar, no sabe dónde posarse (según la bella imagen
empleada por la actriz Olga Knipper, que en 1898 llegó a ser su
esposa).
El Jardín de los Cerezos (Antón Chejov) TEATRO-Estudio 1 . 17/1/20
La aguda intuición de la tristeza de la vida, que muchos
atribuyen erróneamente sólo al Chéjov de los años maduros, se hallaba
ya en él precisamente tras la alegría y la despreocupación del joven
estudiante de medicina, oculto, como si de revelar su propia naturaleza
se avergonzara, bajo algunos seudónimos. De la misma forma, la capacidad
de ver a las criaturas humanas en envolturas hechas adrede para
provocar la risa continuó caracterizando su estilo, aun cuando atenuada
en matices de parodia, fantasía o espejismo, y de transposición,
finalmente, fuera de la realidad cotidiana, hacia un hipotético futuro
lejano.
Dentro de su diversidad, efectivamente, Chéjov resultó
uniforme en cuanto a los aspectos artístico y espiritual. Como lo afirmó
él de la existencia, se mostró a la vez extraordinariamente simple y
complejo, y si pese a no juzgarse pesimista puso de relieve los pliegues
más tristes y ocultos de la naturaleza humana, fue precisamente porque,
según dijo él mismo, amó la vida. Todo ello, como es natural, quedó
también reflejado en la forma, o sea en el estilo propiamente dicho. Sin
embargo, la plena conciencia del valor artístico de la obra de Chéjov
no se alcanzó hasta más tarde; sea como fuere, cabe recordar la
admiración que hacia ella experimentaron Tolstoi y Gorki y la influencia ejercida por Chéjov, ya fuera de Rusia, en Katherine Mansfield.
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