Naturalista británico que formuló sobre bases
científicas la moderna teoría de la evolución, expuesta en su obra Sobre el origen de las especies (1859)
Charles Darwin nacio el 12 de febrero de 1809, en Shrewsbury, Reino Unido. Era hijo de un médico de buena posición y nieto
del famoso médico, filósofo, naturalista y poeta inglés Erasmus Darwin. A
pesar de cursar estudios de medicina en Edimburgo y de teología en
Cambridge (inducido al parecer por su padre, muy preocupado por su
futuro), su interés principal, estimulado entre otros motivos por la
lectura de las obras del alemán Alexander von Humboldt, se centraba en las ciencias naturales.
Charles Darwin |
Este interés le impulsó a incorporarse, en calidad de
naturalista de la expedición, al periplo alrededor del mundo del H.M.S.
Beagle (1831-1836), al mando del capitán Robert Fitzroy, lo cual lo
llevó a viajar por América del Sur, las islas del Pacífico, Australia,
Nueva Zelanda y el sur de África. Durante los viajes acopió gran
cantidad de materiales de todo tipo y realizó las detalladas
observaciones que le permitieron, a su regreso al Reino Unido, enunciar
la llamada teoría de la evolución, cuyos primeros esbozos comenzaron a tomar forma en 1837 y que tardaría más de dos décadas en ver la luz.
Darwin en una imagen tomada hacia 1874 |
Aunque esta teoría le valió el reconocimiento
universal, sus investigaciones le permitieron también confirmar la
llamada teoría uniformista del geólogo escocés Charles Lyell
(1749-1875), comprobar las relaciones existentes entre las rocas
plutónicas y la lava volcánica y establecer las bases de la llamada
teoría de la deformación. Formuló asimismo la teoría acerca de la
formación de los arrecifes coralinos en vigor en la actualidad. Entre
sus diversas observaciones tuvieron gran importancia los estudios
efectuados en las islas Galápagos acerca de la gran diversidad de
pinzones de aquellas latitudes, todos ellos perfectamente adaptados a
diferentes nichos ecológicos.
La combinación entre sus trabajos de campo y la lectura de una obra muy en boga por entonces, Ensayo sobre el principio de la población, de Thomas R. Malthus,
le inspiró el desarrollo de la concepción básica de la teoría de la
selección natural, destinada a convertirse en uno de los paradigmas
fundamentales de la biología
moderna. El fruto de sus trabajos, basados en métodos que han
constituido auténticos modelos para la investigación científica
posterior, lo plasmó, esencialmente, en su obra Sobre el origen de las especies,
que se agotó el mismo día de su publicación (24 de noviembre de 1859) y
fue traducida casi de inmediato a la mayoría de los idiomas cultos.
En dicha obra, Darwin propone, por un lado, que las especies no son inmutables, evolucionan con el tiempo y descienden unas de las otras; y, por otro, que la principal causa de la evolución es la llamada selección natural, es decir, la supervivencia de los mejor adaptados, que, gracias a dicha adaptación, disponen de mayor cantidad de oportunidades para salir airosos en la lucha por la obtención de unos recursos limitados (alimentos, etc.), imprescindibles para su supervivencia.
La publicación de su obra principal le granjeó la
animadversión de amplios sectores de la Iglesia Anglicana, opuestos a
cuestionar la interpretación literal de la Biblia, y suscitó
innumerables polémicas acerca de la evolución del mono al hombre.
Darwin, que había reflexionado largamente respecto a la conveniencia o
no de publicar sus trabajos, y que los dio a conocer, en colaboración
con Alfred Russel Wallace,
impulsado por una comunicación que le daba noticia de hallazgos
similares por otros investigadores, no participó directamente en las
polémicas y dejó que fuera el biólogo británico Thomas H. Huxley
el encargado de asumir el peso de la defensa de su teoría de la
evolución. A su muerte el 19 de abril de 1889 fue enterrado en Westminster, en el panteón de
hombres ilustres del Reino Unido.
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