Bailarina
española. Su nombre completo era Agustina Carolina Otero Iglesias (ambos
apellidos le venían por parte de madre, puesto que el padre nunca
reconoció a la niña como hija suya), pero su fama posterior y su belleza
le valieron el apelativo de La Bella Otero, con el que fue mundialmente conocida.
Nacio en Ponte de Valga, Pontevedra, Galicia, España, el 4 de noviembre de 1868, de carácter alegre, a pesar de haber vivido una
infancia plagada de necesidades, pronto dejó ver su innata vocación
artística y empezó a demostrar sus habilidades cada vez que se le
presentaba ocasión. Haciendo gala de un temperamento fuerte, díscolo y
rebelde, se enamoró a los catorce años de un joven llamado Paco, con
quien se fugó una noche para ir a bailar a un local nocturno. El dueño
de aquella sala quedó fascinado por el modo de danzar de la joven
Carolina, hasta el punto de ofrecerle un contrato y pagarle dos pesetas
(una gran cantidad de dinero por aquel entonces).
La Bella Otero
La pareja, alentada por este éxito incipiente,
decidió aprovechar la oportunidad para huir a Lisboa en busca de mayor
fortuna, y allí la Otero trabajó como bailarina durante un tiempo.
Sufrió entonces su primer desengaño amoroso al ser abandonada por Paco, a
quien persiguió hasta la ciudad de Barcelona, adonde éste se había
trasladado. Allí trabajó en el Palacio de Cristal antes de partir hacia
Marsella y, luego, a París.
Carolina Otero llegó a
París con la ilusión de estudiar baile y dar sus primeros espectáculos.
Su belleza y su buen hacer la convirtieron rápidamente en un personaje
consagrado en la que por aquel entonces era la capital cultural de
occidente, y sus actuaciones en el Folies-Bergère le procuraron toda una
legión de admiradores, fascinados por su aspecto de mujer gitana, a
pesar de ser gallega (circunstancia que, por otra parte, se encargó de
ocultar durante toda su vida).
La Bella Otero (documental) 10/4/20
Así, hacia 1900, era ya todo una sex-simbol
de "La Belle Époque" parisina, triunfadora tanto en los escenarios del
teatro como en los del amor, y dueña de una gran fortuna que gastaba en
el Casino de Montecarlo y en joyas espectaculares (fueron suyos el
collar de la ex emperatriz Eugenia, otro de la emperatriz de Austria y
un collar de diamantes que había sido propiedad de María Antonieta). Se
calcula que por aquel entonces su fortuna ascendía a unos dieciséis
millones de dólares, lo que suponía en aquel tiempo una cifra
exorbitante.
La pasión que los hombres sintieron por
ella fue irresistible. Según cuenta en sus memorias, con ocasión de una
gira por Rusia, tuvo que escapar por la ventana del salón donde la había
encerrado con llave el gran duque Nicolás. La caída sobre el suelo
nevado con la espalda desnuda, a una temperatura de 20 grados bajo cero,
le provocó una neumonía que la tuvo tres meses en cama, en el palacio
del príncipe Pedro. Otros se suicidaron por su amor, o gastaron
verdaderas fortunas en conseguirlo; entre los que la amaron se cuentan
el emperador Guillermo II, el barón de Ollstreder (arruinado en
Montecarlo por su culpa), el político Aristide Briand y Eduardo VII de
Inglaterra.
Según ella misma cuenta, un banquero de nombre Berguen le ofreció 25.000 francos por pasar media hora en su habitación, compromiso que ella aceptó y cumplió al pie de la letra. Toda una generación de poetas, pintores y políticos se rindió, batió y arruinó ante su belleza y poder de seducción. Toulouse-Lautrec le dedicó una obra a pastel conservada en el Museo de Albi, y el gran poeta José Martí, que la conoció en Nueva York, le dedicó también algunos versos.
Su
vida, si bien giraba en torno a París, transcurrió también en países
como Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Inglaterra, Hungría,
Austria, Rusia y Japón, en todos los cuales fue aclamada como una mujer
verdaderamente excepcional. Pero a los 45 años, cuando se encontraba en
pleno auge artístico, se retiró profesionalmente para vivir con
tranquilidad en Niza. En esta etapa empezó a serle reconocido su talento
como actriz y, a pesar de ser solicitada en varias ocasiones por la
mismísima Ópera Cómica de París, se negó sistemáticamente a volver al
teatro.
Perfiles: La bella otero, una gitana con suerte 10/4/21
Abandonado ya para siempre el mundo del
espectáculo, sin que su "falso andalucismo" le procurara ya ningún
beneficio, dicen que volvió sus ojos de nuevo hacia su Galicia natal, a
la que nunca regresó y por la que sintió "morriña" el resto de su vida.
La Bella Otero falleció en Niza el 10 de abril de 1965, donde fue
también enterrada, el 12, cuando contaba 96 años de edad. A pesar de las
fortunas
que pasaron por sus manos en vida, en el momento de su muerte sólo tenía
609 francos, que donó a las familias más necesitadas de su Valga
natal.
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