Escritor francés. Cronológicamente el tercero de los grandes novelistas del
realismo francés (tras Stendhal y Balzac), Gustave Flaubert fue el más
exigente y perfeccionista de ellos en materia de objetividad y estilo.
Gustave Flauber nacio en Ruán, Francia el 12 de diciembre de 1821. Hijo de un médico, la precoz pasión de Flaubert
por la literatura queda patente en la pequeña revista literaria
Colibrí, que redactaba íntegramente,
y en la que de una manera un tanto difusa pero sorprendente se
reconocen los temas que desarrollaría el escritor adulto. Estudió
derecho en París, donde conoció a Maxime du Camp, cuya amistad conservó
toda la vida, y junto al que realizó un viaje a pie por las regiones de
Turena, Bretaña y Normandía. A este viaje siguió otro, más importante
(1849-1851), a Egipto, Asia Menor, Turquía, Grecia e Italia, cuyos
recuerdos le servirían más adelante para su novela Salambó.
LITERATURE - Gustave Flaubert 12/12/20
Excepto durante sus viajes, Gustave Flaubert pasó toda
su vida en su propiedad de Croisset, entregado a su labor de escritor.
Entre 1847 y 1856 mantuvo una relación inestable pero apasionada con la
poetisa Louise Colet, aunque su gran amor fue sin duda Elisa
Schlésinger, quien le inspiró el personaje de Marie Arnoux de La educación sentimental y que nunca llegó a ser su amante.
La obra de Gustave Flaubert
Los viajes desempeñaron un papel importante en
su aprendizaje como novelista, dado el valor que concedía a la
observación de la realidad. Flaubert no dejaba nada en sus obras a
merced de la pura inspiración, antes bien, trabajaba con empeño y
precisión el estilo de su prosa, desterrando cualquier lirismo, y
movilizaba una energía extraordinaria en la concepción de sus obras, en
las que no deseaba nada que no fuera real; ahora bien, esa realidad
debía tener la belleza de la irrealidad, de modo que tampoco le
interesaba dejar traslucir en su escritura la experiencia personal que
la alimentaba, ni se permitía verter opiniones propias.
Gustave Flaubert . 8/5/20
Su voluntad púdica y firme de permanecer oculto
en el texto, de estar («como Dios») en todas partes y en ninguna,
explica el esfuerzo enorme de preparación que le supuso cada una de sus
obras (no consideró publicable La tentación de San Antonio hasta
haberla reescrito tres veces), en las que nada se enunciaba sin estar
previamente controlado. Las profundas investigaciones eruditas que llevó
a cabo para escribir su novela Salambó, por ejemplo, tuvieron que ser completadas con otro viaje al norte de África.
Fotograma de Madame Bovary (1949), de Vincente Minnelli |
Su primera gran novela publicada, y para muchos su obra maestra, es Madame Bovary
(1856), cuya protagonista, una mujer mal casada que es víctima de sus
propios sueños románticos, representa, a pesar de su propia mediocridad,
toda la frustración que, según Flaubert, había producido el siglo XIX,
siglo que él odiaba por identificarlo con la mezquindad y la estupidez
que a su juicio caracterizaba a la burguesía.
Madame Bovary (Carlos Schlieper, 1947) 12/12/19
De esa misma sátira de su tiempo participa toda su producción, incluido un brillante, aunque inacabado, Diccionario de los lugares comunes. La publicación de Madame Bovary,
que supuso su rápida consagración literaria, le creó también serios
problemas. Atacado por los moralistas, que condenaban el trato que daba
al tema del adulterio, fue incluso sometido a juicio, lo cual lo decidió
a emprender un proyecto fantasioso y barroco, lo más alejado posible
de su realidad: Salambó (1862), que relataba el amor imposible entre una princesa y un mercenario bárbaro en la antigua Cartago.
Su siguiente gran obra, La educación sentimental (1869), fue, en cambio, la más cercana a su propia experiencia, pues se proponía describir las esperanzas y decepciones de la generación de la revolución de 1848. Su última gran obra, Bouvard y Pécuchet, que quedaría inconclusa a su muerte el 8 de mayo de 1880, es una sátira a la vez terrible y tierna del ideal de conocimiento de la Ilustración.
La abundancia de los trabajos que posteriormente se han
dedicado a Gustave Flaubert, y en particular a su estilo, confirma el
papel central que desempeñaría en la evolución del género novelístico
hasta la mitad del siglo XX. Más visible sería aún su influencia más
inmediata: el tema de la insatisfacción vital (bovarismo) que
aboca al adulterio se convertiría en recurrente dentro del realismo, y
sería abordado desde diferentes perspectivas por figuras de la talla de León Tolstói (Ana Karenina, 1877) o Leopoldo Alas «Clarín» (La Regenta, 1885).
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